Jordán de Sajonia, el sucesor de santo Domingo como Maestro de la Orden, cuenta que esas tres claves son las que le dijo el mismo patriarca cuando siendo él un estudiante universitario en París se conocieron y le preguntó a qué se dedicaban los dominicos, qué hacían esos extraños frailes pobres: vivir honestamente, estudiar y enseñar, le contestó Domingo.

Vivir honestamente. La profesión de los frailes dominicos la hacemos primero de todo a Dios. La primera clave de honestidad es pues así ante Dios con uno mismo, con la propia conciencia -voz de Dios en el corazón del hombre-. Vivir honestamente tiene que ver pues con no traicionarse a uno mismo, con asumir la propia condición, lo que uno quiere vivir, su consagración, su comunidad, sus obligaciones, servicios y trabajos. Ante uno mismo, ante Dios, es ante quien uno ha de mirarse en el espejo con la honestidad de vivir y de ser un predicador del evangelio. Vivir levantándose ante cada caída. La comunidad, la institución, los superiores, son importantes, cómo no, pero siempre en su justo lugar y término, nunca sobre uno mismo, nunca contra uno mismo. Hay aquí una profunda sabiduría y espiritualidad organizativa entre los dominicos, donde los superiores son elegidos por los frailes, por un determinado tiempo, y donde la obediencia es siempre una clave dialogada donde se busca juntos dónde servir mejor a la predicación, en beneficio de la misión y del propio fraile. Ese vivir honestamente además es el que acredita la predicación, el que busca que no haya separación entre lo que uno predica y lo que vive, el que corrobora con la vida las palabras que se predican.

Estudiar. No es un simple ejercicio práctico de estar lo mejor preparado posible para la predicación. Hay una carga profunda en la idea misma de estudiar que tiene que ver de un lado como un ejercicio espiritual de búsqueda de Dios, de contemplación, de oración, de trascendencia. Y también -y en la misma medida- un ejercicio de amor. De amor al mundo, a sus gentes, de entenderles, de ahondar, de comprender, de profundizar lo que hay. Es el estudiar un ejercicio de búsqueda de la verdad que nos hace entender mejor lo que nos rodea, para amarlo y para acompañarlo a que sea aún más lo que está realmente llamado a ser. Es buscar a fin de cuentas las huellas de la presencia de Dios en el mundo, y de seguirlas para desarrollarlas en el hoy.

Enseñar. Contar. Hablar. Explicar. Predicar. Los dominicos predicamos como se enseña a quien está sediento de saber. Y en el corazón de todo ser humano hay sed… sed de sentido, de plenitud, de felicidad. Sed de paz, de desarrollo, de alegría, de verdad. Sed de luz, de esperanza. De bondad. De justicia. De Belleza. Enseñar, contar, explicar el mensaje de amor de Dios por la humanidad en el hoy pide quizás primero recordarle al hombre esa misma sed, que su verdadera condición es la del sediento que busca, no la del ahíto de vacuidades como hoy se entiende a sí mismo la persona. Enseñar esa verdad que se busca es también un ejercicio compartido, no es unidireccional pues se enriquece en la búsqueda y la complementariedad, lo cual exige una profunda humildad, la del que busca la sabiduría.

Vicente Niño Orti, OP