Segovia nos volvía a convocar un año más en el Encuentro Vocacional “Hay un sitio para ti”. Nos reunimos un grupo de seis personas para vivir un fin de semana diferente. Un fin de semana de recogimiento, de parada, de oración, de compartir y, como no, de risas y alegría. La alegría de sentirnos hermanos del mismo Padre y participar del mismo sueño de Domingo, hombres y mujeres contemplativos y predicadores.

El encuentro empezó el viernes 24 de abril por la noche. Las hermanas dominicas de Segovia nos acogieron calurosamente en su convento. Sería nuestro campo base durante todo el encuentro.

Después de presentarnos y compartir animosamente la cena, tuvimos un encuentro de oración y silencio que nos ayudó a crear el clima adecuado para empezar a abrir nuestro corazón y verbalizar nuestras inquietudes… “Sé mi luz, enciende mi noche…” En ese ambiente fuimos a descansar para poder estar en forma a la mañana siguiente.

El sábado compartimos la oración de Laudes con las hermanas. Sus cantos y plegarias nos invitaron a entrar dentro de nosotros mismos, a dar gracias a Dios por el don de la Vida. Fue sin duda un buen comienzo para un día redondo. La mayor parte del día lo pasamos en la cueva de Santo Domingo. Nos acompañó el ciego Bartimeo. En aquel entorno privilegiado reflexionamos sobre nuestras cegueras, nos dejamos interpelar por la Palabra dejando que resonara en nuestro interior. Un momento especial del día, fue el paseo hasta la Virgen de la Fuencisla. Paseo en donde vimos reflejado a Dios en los árboles, fuentes, cantos de los pájaros, … el camino nos ayudó a compartir a modo Emaús aquello que habíamos estado reflexionando por la mañana. Abrimos nuestro corazón para acoger la Palabra y para compartir con el resto del grupo cómo nos resonaba por dentro.

Al atardecer celebramos la Eucaristía con las hermanas dominicas. Por la noche, después de cenar, tuvimos un momento de diálogo con ellas. Antes de ir a descansar, Bartimeo nos volvía a convocar. Nos sentimos reflejados en el camino de la vida, a sentirnos ciegos por unos minutos y a pronunciar desde lo que vivimos y somos: “¡Maestro, quiero ver!”. Compartimos, en este ambiente de oración y silencio, cómo habíamos vivido el día cada uno de nosotros.

Al día siguiente nos marchábamos temprano cada uno a su lugar de origen, pero tuvimos tiempo de celebrar todos juntos la Eucaristía y de agradecer el fin de semana; de tener presentes a todos aquellos que, como nosotros y como Bartimeo, muchas veces estamos a un lado del camino, ciegos… pero con confianza gritamos: ¡Jesús, enséñame a mirar!

Fue un fin de semana intenso, que nos ayudó a hacer un alto en nuestro día a día acelerado, fue un regalo conocer al resto del grupo, compartir las inquietudes, experimentar su acogimiento, el plantearnos nuestra vida, … y darnos cuenta cómo Dios nos habla a través de todas las personas que vamos encontrando y nos acompañan en el camino.

Isabel_Gorriz

Dominica de la Enseñanza