La muerte nos sacude y nos pega muy duro. Nos hace llorar y nos llena de cuestiones, de preguntas, de miradas perdidas al horizonte. El pasado mes de mayo nos dejaron dos frailes, dos grandes frailes: Fr. Jesús Duque y Fr. Miguel de Burgos. Muchas cosas se podrían destacar de ellos pero, en el sitio en el que escribo estas letras, hay que poner el énfasis en que apostaban por los jóvenes. Sí, los dos, a su estilo y forma, en la especialidad y oficio de cada uno, apostaban por las nuevas generaciones. Nos daban consejos, nos corregían no pocos errores, nos enseñaban, nos animaban, nos soportaban… nos acompañaban.

Dos frailes íntegros que amaban a la Orden de Predicadores y les preocupaba profundamente la Iglesia. Fr. Jesús Duque lanzó en un congreso una pregunta que las nuevas generaciones no deberían echar en olvido: « ¿A dónde vamos con una religión, y con una Iglesia, sin Evangelio?» Fr. Miguel de Burgos, por su parte, en un material de Familia Dominicana, afirmaba que «es necesario ir más allá de miedos institucionales. Que hay que ser más fieles al Evangelio y a la Gracia que a las tradiciones institucionales que nos pueden atar nuestra conciencia personal y lo que debemos trasmitir».

Fr. Jesús Duque durante una conferencia en el año 2014.

Ahora, llenos de esperanza porque sabemos que disfrutan de esa VIDA en la que no cabe desdicha, nos quedan los frutos del atractivo estilo de sus vidas. Y es que Fr. Jesús y Fr. Miguel acompañaron la vida de muchos, desde el nacer hasta el morir, y ofrecían la posibilidad de entrar en comunión con Dios-Padre y la gracia de la salvación y liberación. Escucharon heridas y sanaron muchos errores. Bendijeron ilusiones, corrigieron engaños, acompañaron no pocas soledades y levantaron pobrezas. Porque toda la vida de estos dos frailes dominicos fue predicar y, por tanto, alentar, apoyar, sostener.

  Fray Jesús Duque y Fray Miguel de Burgos fueron personas creyentes que escucharon la inquietante sugerencia de Dios para entregar sus vidas como ofrenda a favor de los demás, y solo para los demás. La más de las veces, terapeutas heridos, discípulos, aprendices, con toda la grandeza y la miseria de su humana condición. Pero, como cualquier obra de arte, la grandeza de estos dos frailes no estaba encerrada en la materialidad. A través de ellos, a través de su estilo de vida atractivo, la compasión de Dios nos ha mirado, nos mira y nos seguirá mirando. Por ello se podría concluir este in memoriam con palabras de Rilke: «El trabajo de los ojos ha sido hecho. Id y haced el trabajo del corazón».

Fr. Ángel Fariña, OP

Fr. Miguel de Burgos en durante una conferencia en el año 2016.