Ofrecemos esta semana central de nuestra experiencia de Dios un conjunto de reflexiones para cada día. Están sacadas de los comentarios al evangelio de esta semana de dominicos.org, y puede ser una buena manera de vivir los días más importantes de nuestra fe.

Domingo de Ramos

Los primeros cristianos celebraban la Pascua anual, máxima solemnidad del año, en una sola festividad. Todo se concentraba en ese día radiante y jubiloso, intensamente esperado y anticipado a lo largo de cada domingo del ciclo litúrgico. Fue en el siglo IV cuando se comenzó a fragmentar la celebración de esa gran fiesta, quizá en Jerusalén, con el deseo de recorrer con Jesús incluso visiblemente el camino de la pasión. Surgió entonces la Semana Santa, que se inicia precisamente con el Domingo de Ramos. Estamos, pues, en el pórtico de la celebración del gran acontecimiento de la Pascua. En él se concentran, de manera muy expresiva, sus dos aspectos principales: el triunfo y el fracaso, el aplauso y el sufrimiento, la muerte y la gloria de Jesús

Lunes Santo

Lunes de la Semana Santa. Santa porque Jesús culmina la obra que había venido a realizar en la tierra: abrirnos a todos el camino de la salvación, entregando la vida por amor para resucitar a la vida de total felicidad. Desde nosotros, que vivimos estos acontecimientos después de la resurrección de Jesús y después de XXI siglos, donde millones y millones de hombres y mujeres reconocemos a Jesús como el Mesías, como el Hijo de Dios vivo, la unción de María a Jesús que hoy se nos narra, la podemos interpretar no solo como algo relativo a la sepultura de Jesús, sino como el reconocimiento de estar ante el Hijo de Dios.

Martes Santo

Estamos en la antesala de la cena pascual. Jesús está reunido con sus discípulos. Les ha lavado los pies. Y con profundo dolor les anuncia que uno de ellos va a traicionarlo. Los discípulos se mirar perplejos. Jesús no lo delata delante de sus compañeros. Responde a la pregunta de Juan ofreciendo un trozo de pan untado a Judas.  Es una invitación, la última oportunidad para el discípulo traidor. No lo hace, fríamente, sino ofreciéndole su amistad. Pero éste la rechaza. El mal puede más. La traición del discípulo será para Jesús la ocasión de demostrar que su amor es más fuerte que el odio mortal de sus enemigos. El fruto de ese amor, que da la vida libremente, será el don del Espíritu, que da al hombre la capacidad de amar sin límites. Jesús excluye toda violencia. Muestra que Dios no impone ni coacciona, sino que es puro amor que se ofrece. La idea de un Dios impositivo justifica el poder y la violencia entre los hombres. El Dios de Jesús, el Padre, no justifica ninguna violencia. Por eso no existe más juicio que el que el hombre se da a sí mismo.

Miércoles Santo

Tenemos que afirmar con toda claridad que Dios nos ha dotado de libertad y siempre la respeta. El evangelio de hoy nos enfrenta a una de las decisiones más misteriosas de una persona concreta, llamada Judas. Un día, Judas quedó prendado por Jesús. Jesús le ofreció su amistad y le invitó a seguirle. Judas aceptó esta invitación. Vivió con él tres años de gran intimidad. Tuvo la suerte de saborear muy de cerca quién era Jesús, oír sus palabras, descubrir, de primera mano, sus sentimientos de amor, de perdón, de compasión, de salvación… para toda la humanidad. ¡Mejor Maestro imposible! Pues Judas, ejerciendo su libertad, fue capaz de traicionar y vender a su Maestro por un puñado de monedas. Todavía hoy nos sigue sorprendiendo su decisión. Y Jesús acusó el golpe: “Uno de vosotros me va entregar”. En este miércoles santo, ante la misteriosa traición de Judas, no nos cabe más que pedir, a nuestro Maestro y Señor, que no le traicionemos, sabiendo que traicionarle a él es traicionarnos a nosotros mismos.

Jueves Santo

El Triduo Pascual que comenzamos hoy, Jueves Santo, es el centro de nuestra experiencia creyente. Rememorar la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, el Cristo, significa vincularnos con el origen de nuestra fe, un origen que aun cargado de símbolos y relecturas, no es mítico ni fuera del tiempo. Un origen que siendo concreto e histórico continúa interpelándonos hoy. Rememoramos, actualizamos un momento y un tiempo histórico real, una presencia histórica real y concreta que vivió unos acontecimientos concretos y reales, que se prolongan en la historia como ondas en un lago que nunca se agotan. Que continúan hoy mostrándonos quién era Jesús, y quién podemos ser nosotros. Jueves santo, día del amor, de la Eucaristía, del Sacerdocio, recordamos que la salvación, la liberación, viene de la entrega y el servicio. El de Jesús con nosotros, y el de nosotros para los demás.

Viernes Santo

Silencio. El Viernes Santo es día de silencio y espera. De sinsentidos aparentes, el de la muerte y el fracaso, el del dolor, el silencio de no saber y no ver, de no entender. Pero un silencio cargado de espera y de esperanza. Confiado, lleno de fe. De esa fe profunda y honda del ser humano, que sabe, que siente, que pre-siente, que es imposible que la vida humana, que la vida de Jesús, sea sólo eso, acabe así. Es imposible que el sinsentido termine venciendo, Dios es un Dios de vivos, no de muertos. Nos es humanamente inconcebible que todo acabe así… pero aun así, la evidencia del momento y del tiempo concreto tienen su peso y su dolor. Es necesario vivir la muerte, el sufrimiento, en el misterio profundo de la experiencia de la Pascua, para que la vida se imponga, para que el amor se cumpla, para que la plenitud y la salvación lleguen. Sólo quien vive en fidelidad podrá sobreponerse a la muerte, sólo el que vive de fe y de esperanza alcanzará las promesas de vida, sólo quien entrega su vida por amor recuperará su vida, sólo tras pasar por el misterio de la Cruz, Dios devuelve la vida Jesús, y una vida inimaginable antes, la vida plena de la Resurrección. El amor ha de ser, por fuerza, mucho más fuerte que la muerte, pero hoy vemos y nos puede, en su inmensa densidad, el silencio y la muerte en cruz del Señor.

Pascua de Resurrección

Esta noche es distinta a todas las noches, porque es la noche de la vida, la noche en que las promesas de amor de Dios a la humanidad se cumplen en la historia, porque hoy experimentamos en Jesús Resucitado el amor que Dios tiene por toda la creación, porque esta noche somos liberados, sanados, salvados, porque hoy sabemos que la vida, el amor, la esperanza, el bien, la belleza, son capaces de vencer cualquier miedo, dolor, error, fracaso y muerte, porque hoy sabemos que con Dios, todo, siempre, al final, nuestra vida, se llena de vida, porque hoy ha Resucitado Jesús de Nazaret, el Cristo, el Hijo de Dios vivo.

Domingo de Resurrección

Ofrecemos esta semana central de nuestra experiencia de Dios un conjunto de reflexiones para cada día. Están sacadas de los comentarios al evangelio de esta semana de dominicos.org, y puede ser una buena manera de vivir los días más importantes de nuestra fe.

Domingo de Ramos

Los primeros cristianos celebraban la Pascua anual, máxima solemnidad del año, en una sola festividad. Todo se concentraba en ese día radiante y jubiloso, intensamente esperado y anticipado a lo largo de cada domingo del ciclo litúrgico. Fue en el siglo IV cuando se comenzó a fragmentar la celebración de esa gran fiesta, quizá en Jerusalén, con el deseo de recorrer con Jesús incluso visiblemente el camino de la pasión. Surgió entonces la Semana Santa, que se inicia precisamente con el Domingo de Ramos. Estamos, pues, en el pórtico de la celebración del gran acontecimiento de la Pascua. En él se concentran, de manera muy expresiva, sus dos aspectos principales: el triunfo y el fracaso, el aplauso y el sufrimiento, la muerte y la gloria de Jesús

Lunes Santo

Lunes de la Semana Santa. Santa porque Jesús culmina la obra que había venido a realizar en la tierra: abrirnos a todos el camino de la salvación, entregando la vida por amor para resucitar a la vida de total felicidad. Desde nosotros, que vivimos estos acontecimientos después de la resurrección de Jesús y después de XXI siglos, donde millones y millones de hombres y mujeres reconocemos a Jesús como el Mesías, como el Hijo de Dios vivo, la unción de María a Jesús que hoy se nos narra, la podemos interpretar no solo como algo relativo a la sepultura de Jesús, sino como el reconocimiento de estar ante el Hijo de Dios.

Martes Santo

Estamos en la antesala de la cena pascual. Jesús está reunido con sus discípulos. Les ha lavado los pies. Y con profundo dolor les anuncia que uno de ellos va a traicionarlo. Los discípulos se mirar perplejos. Jesús no lo delata delante de sus compañeros. Responde a la pregunta de Juan ofreciendo un trozo de pan untado a Judas.  Es una invitación, la última oportunidad para el discípulo traidor. No lo hace, fríamente, sino ofreciéndole su amistad. Pero éste la rechaza. El mal puede más. La traición del discípulo será para Jesús la ocasión de demostrar que su amor es más fuerte que el odio mortal de sus enemigos. El fruto de ese amor, que da la vida libremente, será el don del Espíritu, que da al hombre la capacidad de amar sin límites. Jesús excluye toda violencia. Muestra que Dios no impone ni coacciona, sino que es puro amor que se ofrece. La idea de un Dios impositivo justifica el poder y la violencia entre los hombres. El Dios de Jesús, el Padre, no justifica ninguna violencia. Por eso no existe más juicio que el que el hombre se da a sí mismo.

Miércoles Santo

Tenemos que afirmar con toda claridad que Dios nos ha dotado de libertad y siempre la respeta. El evangelio de hoy nos enfrenta a una de las decisiones más misteriosas de una persona concreta, llamada Judas. Un día, Judas quedó prendado por Jesús. Jesús le ofreció su amistad y le invitó a seguirle. Judas aceptó esta invitación. Vivió con él tres años de gran intimidad. Tuvo la suerte de saborear muy de cerca quién era Jesús, oír sus palabras, descubrir, de primera mano, sus sentimientos de amor, de perdón, de compasión, de salvación… para toda la humanidad. ¡Mejor Maestro imposible! Pues Judas, ejerciendo su libertad, fue capaz de traicionar y vender a su Maestro por un puñado de monedas. Todavía hoy nos sigue sorprendiendo su decisión. Y Jesús acusó el golpe: “Uno de vosotros me va entregar”. En este miércoles santo, ante la misteriosa traición de Judas, no nos cabe más que pedir, a nuestro Maestro y Señor, que no le traicionemos, sabiendo que traicionarle a él es traicionarnos a nosotros mismos.

Jueves Santo

El Triduo Pascual que comenzamos hoy, Jueves Santo, es el centro de nuestra experiencia creyente. Rememorar la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, el Cristo, significa vincularnos con el origen de nuestra fe, un origen que aun cargado de símbolos y relecturas, no es mítico ni fuera del tiempo. Un origen que siendo concreto e histórico continúa interpelándonos hoy. Rememoramos, actualizamos un momento y un tiempo histórico real, una presencia histórica real y concreta que vivió unos acontecimientos concretos y reales, que se prolongan en la historia como ondas en un lago que nunca se agotan. Que continúan hoy mostrándonos quién era Jesús, y quién podemos ser nosotros. Jueves santo, día del amor, de la Eucaristía, del Sacerdocio, recordamos que la salvación, la liberación, viene de la entrega y el servicio. El de Jesús con nosotros, y el de nosotros para los demás.

Viernes Santo

Silencio. El Viernes Santo es día de silencio y espera. De sinsentidos aparentes, el de la muerte y el fracaso, el del dolor, el silencio de no saber y no ver, de no entender. Pero un silencio cargado de espera y de esperanza. Confiado, lleno de fe. De esa fe profunda y honda del ser humano, que sabe, que siente, que pre-siente, que es imposible que la vida humana, que la vida de Jesús, sea sólo eso, acabe así. Es imposible que el sinsentido termine venciendo, Dios es un Dios de vivos, no de muertos. Nos es humanamente inconcebible que todo acabe así… pero aun así, la evidencia del momento y del tiempo concreto tienen su peso y su dolor. Es necesario vivir la muerte, el sufrimiento, en el misterio profundo de la experiencia de la Pascua, para que la vida se imponga, para que el amor se cumpla, para que la plenitud y la salvación lleguen. Sólo quien vive en fidelidad podrá sobreponerse a la muerte, sólo el que vive de fe y de esperanza alcanzará las promesas de vida, sólo quien entrega su vida por amor recuperará su vida, sólo tras pasar por el misterio de la Cruz, Dios devuelve la vida Jesús, y una vida inimaginable antes, la vida plena de la Resurrección. El amor ha de ser, por fuerza, mucho más fuerte que la muerte, pero hoy vemos y nos puede, en su inmensa densidad, el silencio y la muerte en cruz del Señor.

Pascua de Resurrección

Esta noche es distinta a todas las noches, porque es la noche de la vida, la noche en que las promesas de amor de Dios a la humanidad se cumplen en la historia, porque hoy experimentamos en Jesús Resucitado el amor que Dios tiene por toda la creación, porque esta noche somos liberados, sanados, salvados, porque hoy sabemos que la vida, el amor, la esperanza, el bien, la belleza, son capaces de vencer cualquier miedo, dolor, error, fracaso y muerte, porque hoy sabemos que con Dios, todo, siempre, al final, nuestra vida, se llena de vida, porque hoy ha Resucitado Jesús de Nazaret, el Cristo, el Hijo de Dios vivo.

Domingo de Resurrección

La experiencia de la Pascua se vive siempre con otros, en comunidad, en cada gesto de afecto, de esperanza, de ayuda, en cada momento que damos y recibimos vida. En cada morir para tener una vida más vida -para nosotros, pero especialmente para los demás-, se hace presente el Dios de la vida que resucitó a Jesucristo En cada uno de esos momentos estamos haciendo presente la Pascua, el paso del Señor, la Resurrección de Jesucristo que hoy celebramos.

La experiencia de la Pascua se vive siempre con otros, en comunidad, en cada gesto de afecto, de esperanza, de ayuda, en cada momento que damos y recibimos vida. En cada morir para tener una vida más vida -para nosotros, pero especialmente para los demás-, se hace presente el Dios de la vida que resucitó a Jesucristo En cada uno de esos momentos estamos haciendo presente la Pascua, el paso del Señor, la Resurrección de Jesucristo que hoy celebramos.