La noticia saltaba estos días: «La bendición de las uniones homosexuales no puede ser considerada lícita». Sinceramente no me ha extrañado, no me ha sorprendido y no me ha causado mucha impresión. Y esto es así, pues porque es más de lo mismo. Ahora bien, y seguro que estaré equivocado, pero no querer bendecir a dos personas que se aman, es decir no al amor.
A lo largo de la historia se ha hablado mucho sobre la cuestión homosexual y cómo la reflexión cristiana se ha posicionado ante ella. No es cuestión de entrar en dichos discursos en este simple comentario pero, me da la impresión, de que no se quiere afrontar este tema en nuestros días de forma seria.
¿Por qué esta postura tan rígida en este asunto? ¿Por qué negamos, no ya un sacramento, sino una oración que bien-diga de aquellos, y a aquelllos que se aman de forma sincera? ¿Cuántas parejas homosexuales cuidan con mimo y dignidad nuestros templos, imágenes, liturgias y demás cuestiones eclesiales parroquiales, arciprestales y diocesanas? ¿Por qué sí sirven para «sacarnos las castañas del fuego» -sobre todo en la cercana Semana Santa- pero para decirles que Dios bendice su amor no sirven? ¿Será que Dios ya no es el único autor del amor, o ha dejado de ser -Dios- el Amor mismo?
Trabajar con gente joven -como es mi caso- hace que se aprendan muchas cosas y hay una que es fundamental, me explico. Las nuevas generaciones van a luchar, y de qué forma, por su identidad, por sus sentimientos, por su amor; y quienes no lo acepten así, quienes no los bien-digan no van a ser vistos desde el rencor, el odio o el resentimiento como quizá ocurría en épocas
pasadas.
Hoy día pasarán al ámbito de la indiferencia. Y la indiferencia, lo sabemos muy bien, es experta en sepultar en el desafecto.
Fr. Ángel Fariña, OP
Buenas tardes Ángel Luis
Yo como creyente y practicante comparto todas y cada una de tus palabras.
He experimentado eso de lo que hablas, el compartir muchísimos momentos y vivencias cuidando el ornamento de imágenes y templos. Me parecen personas con una enorme sensibilidad, a las que se arrincona, critica y desprecia solamente por su condición sexual, y eso, me parece muy mal, sobre todo cuando quienes lo hacen, presumen de ser cristianos, creyentes y practicantes, aunque para mí, con sus actos, solo demuestran lo que verdaderamente son … unos reprimidos.
Creo que deberían hacérselo mirar.
Ole mi niño!!!
Gracias por tu reflexión y valentía al expresar lo que la mayoría opinamos
Gracias Ángel. Valiente y claro! Marcando camino.
En palabras del mismo texto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, no se dice no al amor, se dice no al pecado:
“Mientras tanto, la Iglesia recuerda que Dios mismo no deja de bendecir a cada uno de sus hijos peregrinos en este mundo, porque para Él «somos más importantes que todos los pecados que nosotros podamos hacer»[12]. Pero no bendice ni puede bendecir el pecado: bendice al hombre pecador, para que se reconozca como parte de su designio de amor y se deje cambiar por Él. Él, de hecho, «nos toma como somos, pero no nos deja nunca como somos»[13].”
La postura de la Iglesia nunca es discriminar ni rechazar, sino llamar a una verdadera conversión y vida de fe.