En este tiempo de pandemia, donde todo se ha enmarañado y complicado más de lo habitual, aún se han acentuado más algunas cosas. Una de ellas es la respuesta que damos cada uno ante las contrariedades y la adversidad.
Planificar y replanificar se ha convertido en una constante y no a todos nos afecta del mismo modo, por eso conviene añadir en la mochila vacacional la capacidad de aceptar los cambios con ‘naturalidad’ y saber sobreponerse a ellos.
No quiero entrar en hablar de resiliencia y la capacidad de adaptarnos por importante que lo considere. No es ese mi objetivo hoy y de esto además se ha hablado a lo largo de estos meses y lo que queda.
Quiero centrar la atención en cómo todo esto tiene también que ver con la forma en que aceptamos que las cosas no son siempre como las soñamos, pensamos y deseamos. Y en cómo nuestra actitud ante los contratiempos determina nuestro modo de estar en el mundo contagiando con ello a otros.
Me llegó no hace mucho la imagen que acompaña este texto: El selfie imaginario de un niño utilizando una zapatilla como móvil no quita un ápice del momento de ilusión que capta la cámara real; y también la ‘imaginaria’. ¡Eso es ACTITUD!
En puertas de las vacaciones, esto me lleva a pensar en que nuestros planes, al menos los míos, no son los que de entrada hubiera esperado un año atrás: me veía de nuevo en la Misión tras un 2020 donde no fue posible ni de lejos. Sin embargo, disfruté con intensidad las vacaciones pasadas. Y la clave fue al inicio de las mismas hacer propósito de vivirlas desde lo que más valoro en la Misión: sentir a Dios cerca, ponerle en el centro y dejar que sea Él quien guíe mis pasos, descansando en sus manos. Y fueron un regalo las vacaciones.
De nuevo este año no podré marchar fuera a nuestras misiones pero igual que el niño con zapatilla en mano, retomo con ilusión y con convencimiento las palabras que resuenan en mí y que el maestro fr. Gerard Timoner nos recordó: MISIÓN ES LO QUE SOMOS.
Donde esté este verano, quiero llevar con alegría la esperanza del ENCUENTRO con Jesús; vencer la contrariedad de no ‘salir’ en misión y centrar mi descanso vacacional en ÉL. De manera distinta, y al mismo tiempo de la misma forma: Con la mirada puesta en los demás; atenta a lo que me rodea y confiada en Dios.
Esto siempre resulta más fácil si ponemos la emisora en modo Misión: mirar y escuchar desde Dios al hermano. Contemplar y dar lo contemplado.
Sé que la distancia entre mis deseos y la realidad es una interferencia, pero me comprometo a ser fiel desde aquí a la MISIÓN, viviendo intensamente cada minuto, con la mejor versión de mí misma; y os animo a todos a intentarlo. Vivamos con ilusión este tiempo de descanso; volcados en lo verdaderamente importante, sintonizando el dial de DIOS; y lo demás vendrá por añadidura, como el selfie: CONTAGIEMOS ILUSIÓN. ¡FELICES VACACIONES!
Carmen Calama, laica dominica y voluntaria de Selvas Amazónicas