Eucaristía y sexualidad es el título de un librillo de Fr. Timothy Radcliffe, que recoge su conferencia pronunciada en las XXXIV Jornadas Nacionales de Pastoral Juvenil y Vocacional organizadas por la CONFER en 2015. Fr. Timothy reflexiona sobre cuestiones como ¿qué es el amor?, ¿en qué consiste?, ¿qué tendrá que ver la Eucaristía con el acto sexual?; también sobre el sentido de dolor y de la vida a la luz de las palabras de Jesús en la última cena: «Este es mi cuerpo, entregado por vosotros».

Una primera afirmación: «Abrirse al amor es muy peligroso. Uno probablemente se haga daño. Pero no abrirse al amor es aún más peligroso, es mortal».

Para el autor el cristianismo es la más corporal de las religiones. Dios se hizo corporal en medio de nosotros. Jesús nos dio el sacramento de su cuerpo y prometió la resurrección de nuestros cuerpos. Las palabras centrales de la última cena fueron «Este es mi cuerpo, os lo doy». Para Fr. Timothy la eucaristía como el sexo, se centra en el don del cuerpo.

El cuerpo no es simplemente una cosa que poseo. Soy yo, es mi ser como don recibido de mis padres. Jesús pasa a los demás el don que él es y que ha recibido del Padre. Es así, que la relación sexual está llamada a ser una forma de vivir esa entrega de sí mismo. Por eso la base de la ética sexual deber ser el aprendizaje de cómo vivir relaciones de entrega mutua.

Jesús en la última cena no salió huyendo (que podría haberlo hecho) de la crisis de amor por los discípulos, sino que afrontó la situación. Tomó la traición, el fracaso del amor y lo transformó en un momento de donación: «Me entrego a vosotros».

La última cena es la historia del riesgo del amor. Jesús murió porque amó. Cuando celebramos la eucaristía recordamos que la sangre de Cristo es derramada «por ti y por todos». Cita Fr. Timothy a C. S. Lewis: «Amar en cualquier caso es ser vulnerable. Ama algo y tu corazón ciertamente estará partido y posiblemente roto. Si quieres asegurarte de mantenerlo intacto, no debes entregar tu corazón a nadie… (…) Evita todo enredo amoroso; enciérralo seguro en la urna o el ataúd de tu egoísmo (…) El único sitio donde puedes estar perfectamente al salvo de todos los peligros y perturbaciones del amor es el infierno».

Para Santo Tomás, la castidad no es la supresión del deseo. El deseo y las pasiones contienen verdades profundas sobre quiénes somos y qué necesitamos. Necesitamos desear más profundamente y con mayor claridad.

Cuando descubrimos el amor no debemos conservarlo en un pequeño armario privado para nuestro deleite personal. Tenemos que compartir nuestros amores con nuestros amigos y con aquellos que amamos. De esta forma el amor particular se hace expansivo y sale al encuentro de la universalidad.

En cada eucaristía recordamos y celebramos que Dios está presente en todas nuestras luchas por ser personas que aman y están vivas.

Ricardo Aguadé, OP