Mi experiencia de Dios está sin duda unida a la figura de Nuestro Padre Santo Domingo, por algo hoy soy dominica, pero no siempre lo fui, claro está. El carné, ese que nos dan hasta la muerte, lo tengo desde hace bien poco. Lo de decidir ser dominica ha sido una opción tomada a raíz de la experiencia de los años.
Algunas personas nacen ya en familias que les transmiten la fe y hasta el carisma, pero no es mi caso, mi cole era de espiritualidad Ignaciana y en mi familia la fe es vivida como algo social. No, a mí me SEDUJO Santo Domingo gracias al Movimiento Juvenil Dominicano.
En esa etapa de la vida en la que está todo por construir, llegó a mi día a día un grupo donde compartir la fe y construir sueños en Dios, que resultó ser, por cercanía de mi casa a la Basílica de San Vicente Ferrer de Valencia, un grupo con acento dominicano; y si bien al principio no me importaba absolutamente nada eso del carisma, poco a poco, entró en mi vida con una fuerza aplastante tal, que me llevó a decidir implicarme activamente en eso de la predicación de la gracia.
Desde luego el mérito no fue mío, fue de las personas que nos rodeaban, una familia, la dominicana, que ofrecía un espacio de libertad, alegría, ilusión, horizontalidad, diálogo, fraternidad, búsqueda de la verdad, oración, alegría, estudio, comunidad, y también, por qué no decirlo, alguna que otra frustración.
En esa Familia habitamos monjas, frailes, seglares, religiosas, jóvenes y fraternidades sacerdotales, y además es como una multinacional, porque estamos en todas partes del mundo. Es impresionante cuando descubres jóvenes de otros lugares con las mismas inquietudes y el mismo carisma que tú, y también lo es cuando dejas tu tierra para compartir misión en otros lugares donde la presencia de Dios es más palpable que en tu lugar de origen y descubres comunidades dominicanas que son testimonio vivo de Nuestro Padre, allende los mares, y que además, son tus hermanos y hermanas.
Con el tiempo también descubres que hasta hay una oficina de los Dominicos en las Naciones Unidas, y que lo de los Derechos Humanos no es algo que nace con Eleanor Roosvelt en el año 1948, sino que ya hubo unos hermanos tuyos llamados Antonio Montesinos y Bartolomé de las Casa, que en los siglos XV y XVI lucharon junto a sus comunidades por los derechos de los pueblos originarios, como precursores de los Derechos Humanos. Y sientes orgullo, como no.
Y entiendes, que esto del carisma dominicano es algo que da sentido a tu vida, que esto que tenemos, que ya dura más de 800 años, no puede ser más que obra del sueño de Dios para su hijo Domingo y los hijos e hijas espirituales de este. Miras al mundo y ves que Nuestro Padre fundó la Orden en el Siglo XIII, pero que hoy, gracias a tantas almas que han vivido a lo largo de ocho siglos, continúa presente aquello de alabar, bendecir y predicar.
Maite Moreno. Fraternidad Laical de Valencia