¿Y si lo dominicano sólo fuera un sueño?
No nos cansamos los dominicos de contar la importancia del sueño de la Beata Juana.
Ya saben. Juana de Aza tuvo un sueño antes de traer al mundo a su hijo Domingo. En dicho sueño vio cómo un perro de color blanco y negro saltaba de su seno portando en la boca una antorcha. Al salir de su vientre, aquel can con aquella antorcha, prendía fuego al mundo.
¿Y si en ese sueño estuviéramos todos los que queremos prender fuego al mundo con la palabra, en blanco y negro?
Mi maestro de novicios, cuando nos explicaba las Constituciones de la Orden, decían que las normas que nos damos los frailes, son como las estrellas. Están lejos, a veces son inalcanzables, pero son luces que nos marcan el camino de quién queremos ser.
Supongo que al igual que la condición humana -que nunca está hecha del todo, siempre en camino, siempre en proceso, siempre haciéndose, siempre mejorándose- a lo dominicano le sucede lo mismo: nunca está realizado. Nunca hecho. Nunca se es dominico del todo. Siempre queda mucho. Como para alcanzar las estrellas.
Lo dominicano a veces parece un sueño. Sobre todo cuando lo confrontas y lo comparas con la realidad. ¡Pero qué sería de la vida sin sueños! Tiran de nosotros, nos empujan, nos animan, nos sostienen, nos guían, nos marcan un sendero.
Quizás el proyecto de predicación de santo Domingo -ese proyecto que aúna la contemplación, el estudio, la comunidad además de la búsqueda de la Verdad, la compasión, la pobreza, la democracia- como camino de seguimiento de Jesucristo, a veces es sólo un sueño.
Un sueño. Demasiadas veces inalcanzable. Pero qué sería de nuestra vida sin los sueños…
Vicente Niño Orti, OP. @vicenior