El otro día hice las promesas perpetuas, como laica dominica, en la fraternidad de Atocha; y una de las frases más repetidas al ver a tanta gente querida fue, qué alegría volver a encontrarnos.

Mi camino, parte de un encuentro con Jesús. Ese sentirme amada por Él, me ha impulsado siempre a amar, a mirar al otro como un hermano, aprender de él, compartir lo que soy y lo que tengo, con esa alegría, de saberme siempre acompañada por Él. Como decía el Evangelio de ese día, espero siempre “permanecer en su Amor”.

Este “sí” a seguir a Jesús según el carisma de Santo Domingo de Guzmán, ha sido gracias a la familia dominicana, que ya sea en la Parroquia, en el colegio, en la misión, en Pascuas o Encuentros, me han enseñado a amar y vivir este carisma. Nunca me cansaré de predicar la Buena Noticia, porque creo que cuando algo te hace feliz, tienes que compartirlo con los demás.

Ese día, en mi oración, daba gracias a Dios por la comunidad. El mejor regalo de nuestra vida, son las personas, con las que compartimos, que te acompañan e iluminan el camino, que encarnan a ese Dios, con una mirada, un gesto, un mensaje, un recuerdo, un sostenernos en los momentos difíciles y un compartir las alegrías. El camino, nunca se recorre sola.

También agradezco a Dios, empujarme a salir al encuentro del otro, en especial, con sus favoritos, los más pequeños, los que menos tienen o más sufren por la falta de amor.  Estos encuentros, sin duda, me han hecho más humana, solidaria y fraterna, me han enfrentado a la debilidad y me han enseñado mucho, en especial la fuerza del amor, a amar de verdad y sin condición, a comprender y a escuchar, pero sobre todo a compartir.

Ojalá pronto, volvamos a encontrarnos…y me regales tu presencia.

Belén Sánchez Gil, OP. Laica Dominica y Voluntaria de Selvas Amazónicas