Demasiado ruido fuera. Demasiado ruido dentro. El ruido es enemigo de la palabra. La palabra verdadera nace del silencio y se alimenta él. En el hombre y la mujer de hoy hay un hambre de silencio, al igual que hay hambre de una palabra veraz. También en los adolescentes y jóvenes se hace cada vez más presente esta necesidad de silencio.

Todos necesitamos espacios-tiempos de silencio. En el silencio podemos encontrarnos con nosotros mismo y también con Dios. En el silencio puedo encontrar mi palabra, la que me expresa y define. Es en el silencio donde podemos dejar a Dios ser Dios, como decía el Maestro Eckhart, y descubrir quién soy yo en realidad.

Es precisamente el místico dominico alemán el que nos habla no tanto de creer en Dios, sino de “experimentar” a Dios. Y en la medida que tenemos experiencia de Dios, vamos teniendo también experiencia de nosotros mismos. Creo que es por ello por lo que su pensamiento, su espiritualidad, su mística siguen siendo, después de más 760 años, tan actuales.

El Maestro Eckhart nos invita a un viaje interior para descubrir en nosotros esa ‘morada silenciosa y de silencio’ en la que nos habita Dios. Es un lugar de sanación, de libertad, de contemplación, de solidaridad con el otro y el mundo. Al más puro estilo dominicano, Eckhart no aboga por la huida de la vida, sino más bien nos invita al compromiso, a la acción transformadora, al amor comprometido y solidario; pero siempre desde la serenidad y desde la atención plena al instante que vivimos. Contemplar y dar lo contemplado.

Ricardo Aguadé, OP