La asignatura de Religión vuelve a saltar a la actualidad. De fondo, dos datos: el primero, reciente, que la eligen 6 de cada 10 alumnos del sistema educativo, lo que supone el peor dato numérico; el segundo, que en otoño pasado se publicó el informe sobre la Enseñanza Religiosa en la Escuela, que dejaba muy buenas sensaciones sobre cómo se imparte la asignatura. ¿Cómo casar estas dos realidades que parecen contradictorias? Eso me propongo.

Lo primero que hay que decir, es que esta enseñanza está muy cuestionada, incluso desde muchas voces sinceramente religiosas. Una línea muy frecuente de argumentación es que bueno, que lo que hay que dar en la escuela es ‘historia de las Religiones’, como si fuera algo excluyente. Hay que dar historia de las religiones, y creo que debería recibir esos conocimientos todo el alumnado, porque es básico para entender el mundo y nuestra sociedad. Pero la Religión es historia, filosofía, lenguaje, sociología, ética, y muchas otras más disciplinas. También y sobre todo, es trascendencia. ¿Por qué cerrar la puerta a la mejor enseñanza de la Escuela capaz de abrir al alumno a la trascendencia?

A veces, esa aceptación por parte de personas religiosas de que hay que sacar Religión de la Escuela parte de que las creencias tienen que estar en el foro interno de cada cual… como una especie de miedo a ‘invadir’ el espacio público y que decir lo que uno es sería como mancharlo. Otras veces parte de que bueno, que para dar catequesis ya está la parroquia. Semejante y colosal confusión puede venir solo de dos maneras: una, haber experimentado la clase de Religión como una catequesis (sabemos que ha pasado y que pasa); o dos, creer que la fe no se puede explicar intelectual ni racionalmente porque es fe.

También puede haber una cierta confusión entre estado aconfesional (o laico, si preferimos) y estado ateo militante (a su vez, militante de otras religiones muy poco tolerantes con la diversidad de pensamiento). Quizás se mira más a Francia que a Estados Unidos o Alemania, países estos últimos donde el pluralismo religioso es aceptado mucho más pacíficamente. Como soy muy de lo de ‘por sus frutos los conoceréis’… ¿En qué país de estos tres, todos con apreciable pluralidad religiosa, ha causado esta más conflictos en los últimos 20 años?

Armar en la cabeza de un joven la explicación razonada de la fe y de sus propuestas, y de cómo se plasman en la realidad práctica, hace mucho bien. Dar un espacio de un par de horas a la semana para que se puedan preguntar sobre el más allá y el más acá, sobre el sentido de la muerte, o aclaren qué diferencia existe entre creer en la reencarnación y la resurrección y sus consecuencias para el día a día, hace mucho bien. Explicar (bien explicado) qué es la Biblia, cómo se ha formado, cómo se ha interpretado y cómo hay que interpretarla, hace mucho bien. Por poner solo unos pocos ejemplos.

Añado otra ventaja: una vez armada esa explicación en la que se es capaz de separar el grano de la paja, lo esencial de lo accidental, sembraremos la semilla para adultos, sean creyentes o no (también los ateos van a clase de Religión) mucho más tolerantes y presas difíciles para fundamentalistas de signos variados.

Ahora bien: no sería realista si no invito también a una sana autocrítica eclesial y a un reconocimiento de que la Religión en la Escuela corre el riesgo de ser la asignatura maría y ponerlo fácil para agradar a los alumnos, que tienen que elegir la clase el siguiente año. En esta

dirección apuntaba hace poco en una entrevista monseñor Luis Argüello, secretario general de la Conferencia Episcopal Española1.

Viviendo en la sociedad contemporánea, con los bajos datos de práctica religiosa, lo esperable es que el número de alumnos que opten por Religión sea menor. Creo que puede ser bueno y una oportunidad para ser más significativos desde este espacio público al que no se debería renunciar, o la educación religiosa quedará apartada para quienes puedan pagarla. ¿Acaso los pobres no tienen derecho a ello?

La medida del éxito no está en el número de ‘followers’, sino en cómo estos pueden ser capaces de “ser sal de la tierra y luz del mundo”.

Asier Solana Bermejo