El sábado celebramos el Día Internacional de los trabajadores y trabajadoras. Como era sábado, aunque festivo en algunas comunidades, algunas personas se quejaron de “perder la fiesta” por no ser para ellos y ellas día laborable.

Pero, más allá de si era o no festivo y, a pesar de las restricciones por la pandemia que este año han reducido más aún nuestra presencia en las calles, creo que es bueno que podamos seguir festejando un día así. Especialmente, porque es vital que trabajadores y trabajadoras crezcamos en conciencia de nuestro ser la fuerza que mueve el mundo, la economía y el avance de las sociedades y sin quienes, por supuesto, nada se movería.

Durante el pontificado de Francisco, si algo hemos aprendido es que el trabajo es uno de los elementos fundamentales para que las personas podamos desarrollarnos y vivir de forma digna. Para él, esa T, la del Trabajo, junto a la de la Tierra y el Techo, son las famosas “3 Tes”, esenciales para un buen funcionamiento de la sociedad y el desarrollo de las personas y los pueblos. Los seres humanos necesitamos pocas cosas. Es vital que aprendamos, cada día, de la austeridad y pobreza de Francisco, el de Asís. Pero es difícil que una persona, que una familia pueda ser ella misma sin techo, trabajo y tierra (un pedazo de suelo en el que cultivar, pero también, un trozo de suelo en el que poder vivir, socializar, compartir, desarrollarse). Esto es aun más delicado entre los trabajadores empobrecidos que ya no están solo en otros países sino bien cerca, porque tener trabajo, tampoco en nuestro país, garantiza hoy en día una vida económicamente sostenible.

Es bueno que celebremos, claro que sí. Pero es igual de necesario que cada día crezcamos en conciencia de lo que cada uno y cada una somos. Y que esa conciencia nos lleva a estar y ser junto a otros y otras que son como nosotros porque sin la familia, sin el grupo, sin las otras personas, dejamos de ser pueblo y somos masa.

Olivia Pérez Reyes