La de hoy será una microllama: Jesús, siendo Dios, murió. Podía haberlo no hecho y en su omnipotencia bajarse de la Cruz. Podía haber evitado el Padre el sufrimiento del Hijo engendrado antes de todos los tiempos. Podía, pero no lo hizo, y si lo hubiera hecho no sería mi Dios.

Porque mi Dios, siendo Jesús, sufrió una muerte ignominiosa como la del peor de los delincuentes. En lo más profundo de mi corazón, eso es lo que hace que pueda llamarle mi Dios. Porque cuando yo sufro, sé que Él ha sufrido más y más injustamente, sea cual sea la cosa que me aflige. También, porque sé que ha caminado a la muerte con toda la paz que se puede caminar hacia un momento tan angustioso. Y me gustaría que, sea cual sea el final que espere a mi vida, pueda abrazarlo con la misma fe en que no es más que el principio de lo bueno.

Asier SB