Parece que este año vamos a necesitar más de 40 días de recuperación.

Fuimos incrédulos al pensar que iban a “ser uno o dos casos”. Veíamos como simples espectadores las vacías calles de China. Hasta que hace ya ¡un año! nos tocó conocer lo que era no poder salir a la calle por el contagio de un virus desconocido. A pesar de ser una de las sociedades con más contacto físico, cumplir la norma de mantener distancia, buscar mascarillas y usar de manera constante gel hidroalcoholico. Ver a los sanitarios como si del peor capitulo de una serie de médicos se tratara, que el mundo se les venía encima. Y presenciar que la frustración, la soledad y la muerte llamaban a tantas familias que hoy aún se preguntan cómo habría sido una cálida despedida o un último abrazo.

Sin añadir las situaciones tan movidas y nada positivas que nos estamos encontrando en la sociedad,diferentes al Covid.

Necesitábamos pronto esta Cuaresma. Resurgir de las cenizas y convertirnos en mejores cristianos y por tanto, en una mejor sociedad. Pero para eso la Iglesia en este tiempo nos dice que tenemos que parar. En nuestro estilo de vida rápido, en que queremos conseguir las cosas ¡ya!, en que se actúa muchas veces sin pensar, sin acordarse de los demás, es el momento de dedicar tiempo a reflexionar. Profundizar en el interior de cada uno y a través de la oración, conectarnos con nosotros mismos y apreciar la Cruz de Jesús.

Y como decía ayer el Papa Francisco en su homilía “todos tenemos vicios arraigados y miedos que nos paralizan” pero tenemos que tocarlos y darnos cuenta que muchas veces que “solos no podemos vencerlos”. Y es desde la oración y de la necesidad de ayuda de Dios donde el camino hacia la Pascua se va vislumbrando. Esta reflexión, nos lleva en muchas ocasiones al cambio y a la acción. A un cambio de estilo de vida que conlleva reconocer errores, pero también el deseo y el propósito de ser mejores personas. Dejando a un lado lo que nos distrae y no nos hace bien, damos paso el compromiso con los demás, estar con los que sufren, compartir con los que están a nuestro lado, acercándonos a esa entrega plena que Jesús nos mostró.

Este luto social pasará, y mostrará en la conversión de cada uno, todo el Amor que se puede derramar.


Belén Rodríguez Román