Ayer conocí a Puri, con quien no sé si volveré a coincidir en la vida. Para ser más exacto, debería decir que la conocí anteayer, cuando llamé a su departamento pidiendo información para el trámite que debía realizar. “Cuando llegues, le preguntas al de seguridad, que se llama Marcial, y le avisas. Y aunque veas gente, no esperes. Y yo ya bajo”, me dijo al otro lado del teléfono.

Y total, que ahí me planté ayer yo, en la sede del Ministerio en el paseo de la Castellana, para realizar mi trámite. Había varios de seguridad y uno me preguntó que qué venía a hacer, le hablé de Puri (en aquel momento lo pronuncié en su versión completa), y fue mencionar el nombre y el vigilante interrumpirme y decime que tranquilo, que esperase a que bajara, que le avisaba. Era Marcial a quien, prejuicios míos, me lo había imaginado a priori mayor de lo que era.

En cosa de cinco minutos llegó Puri, me recogió los papeles (y alguno más que llevaba para otra persona). Al saber que necesitaba el trámite con brevedad, me dijo “hoy o mañana”. Y fue “hoy”, es decir, ayer. Pero es que además, ni cinco minutos habían pasado de la llegada del correo, y yo aún mirando el documento, que suena una llamada desde un número de los de extensión.

Por supuesto, era Puri queriendo cerciorarse de que todo había llegado bien y mis datos estaban bien puestos, incluso explicándome cómo se podía verificar la firma electrónica. Algo que nadie, en todos los documentos que me han entregado autentificados por ese método, me había explicado, y que si bien yo no lo necesitaba, estoy seguro de que a mucha gente le habría venido bien saber.

Estoy seguro de que hay muchas Puris en la administración. De las que no te dicen “vuelva usted mañana”, sino que hacen lo posible para que los trámites se lleven a cabo y llevan muchos años engrasando la maquinaria de un estado que funciona razonablemente bien. Diré más: necesitamos este tipo de funcionariado porque son quienes, al final del todo, nos librarán de vaivenes políticos y, sobre todo, de los políticos. Y que haya quien, además de efectividad, sea capaz de poner cariño a los papeles, da esperanza.

Asier Solana