Existe una norma moral de amar, de ayudar, de salvar a nuestro hermano, que llevamos grabada en el alma como manifestación de una compasión que es reflejo de la infinita misericordia de Dios. El avance en el desarrollo espiritual del ser humano ha influido en la materialización de esas normas morales derivadas de la luz de Jesús, en normas legales que, por ejemplo, obligan al salvamento de las personas, fueren las que fueren y allá donde se encontraren. Sin embargo, en esta época que nos ha tocado vivir, parece que se pierden los fundamentos y se desmorona el edificio de la humanidad cuando vemos que ya ni las leyes son suficientes para garantizar ni siquiera la protección del bien más preciado que tiene la persona: su vida. Una costra en el alma hace que del aparente dolor por un niño ahogado en la mar cuando se le escapo a su madre de los brazos al ser rescatada por el buque de una ONG, pasemos a la sonrisa por un gol de nuestro equipo. El dolor dura muy poco, lo justo para aparentar que somos buena gente.

Para nosotros existe una necesidad moral muy superior a cualquier exigencia legal, de prestar auxilio a quien lo pide, pero se olvida demasiadas veces… pertenecemos a una sociedad que deja morir a nuestros hermanos sin aparente remordimiento. En el mar también existe esta obligación de prestar auxilio a quien lo necesita, y además de ser una obligación moral, lo es también legal. Si recibes una petición de auxilio en el mar debes acudir en ayuda, y el no hacerlo está penado. Aquí no se admiten cribas ni filtros previos en forma de permiso de entrada o de salida, da lo mismo que se sea blanco, que se sea negro, hombre, mujer o niño, que sea inmigrante o pasajero de un crucero, da lo mismo, hay que acudir en su ayuda y salvar su vida. Así de simples son las cosas, y con esta simplicidad hay que actuar.

Últimamente estamos sufriendo una avalancha de cayucos y pateras que llegan a Canarias procedentes de la costa de Senegal. También el Mediterráneo es vía de salida de aquellos hermanos necesitados que buscan nuestra ayuda. Sabemos de dónde salen, sabemos la ruta que siguen… y sin embargo diariamente muchos pierden su vida en el intento mientras un viejo barco de Open Arms hace lo que puede sin la ayuda de nadie y sin más agradecimiento que la habitual prohibición de entrada en los puertos de la avanzada Europa.

Por favor, que no me cuenten milongas… que si las mafias… que si son inmigrantes ilegales… que si debe buscarse una actuación coordinada con Europa… ¡¡Ya basta de excusas!!… NO PODEMOS SEGUIR DEJANDO A NUESTROS HERMANOS AHOGARSE EN LA MAR… es un incumplimiento directo del quinto mandamiento de Dios… y el silencio ante este crimen también lo es.

El Ejército y la Guardia Civil llevan a cabo labores humanitarias por tierras todo el mundo. Lo hacen voluntarios que encuentran en estas misiones una forma de amor al prójimo y de compasión cristiana que llena sus vidas y completa la razón de ser de su trabajo… Nuestro país dispone también de barcos militares de la Armada y de la Guardia Civil, con su tripulación, y están preparados e inactivos a la espera de órdenes. Estos barcos no son del gobierno, son nuestros, pues los pagamos entre todos con nuestros impuestos. Muchos de sus tripulantes lloran de impotencia cada vez que oyen la noticia de más muertes de personas ahogadas en la mar mientras ellos esperan amarrados en puerto… ¿Por qué razón no mandamos a nuestros barcos ya a salvar vidas?… No hay excusa.

Ángeles de la Riva. Voluntaria de Selvas Amazónicas