Desde que terminé mis estudios de licenciatura -hace algunos años, 4 en concreto- me he propuesto estudiar cada mes un libro o carta de la Sagrada Escritura. Este mes me he aventurado, otra vez, con la carta a los Gálatas.

Me encanta cuando San Pablo utiliza la palabra «insensatos» (Cfr. Gal 3,1; 3). Es una palabra que hay que decir con fuerza, con rabia pero sin desprecio y con precisión, porque sostiene un argumento de peso. Y es que no le faltaba razón al Apóstol cuando utilizó este término, dado que vio cómo después de haber escuchado -las comunidades de Galacia- todo lo que les traía la libertad, habían decidido dar pasos hacia atrás. Su conducta mostraba que, quizá, la predicación de Pablo y todos los logros que habían experimentado, podrían haber sido en vano (Cfr. Gal 3,4).

La conducta de los Gálatas puede que no esté muy lejos de nuestros días. Es más, puede que la estemos actualizando. Y es que esta supuesta «nueva normalidad» quizá nos haya traído algo de insensatez o, peor aún, que haya dejado de estar eclipsada. Nuevos contagios y más fallecidos muestran de forma real que la COVID-19 sigue aquí, que esto no ha terminado. Que el virus sigue campando a sus anchas no solo entre nosotros, sino en nosotros. Sin embargo hay mucho insensato, utilizando el término de San Pablo, que se empeña en no guardar las distancias recomendadas; mucho insensato que utiliza la mascarilla en la mano, en el codo, en la barbilla… o en un sitio tan eficaz como es el bolsillo del pantalón. Y si de insensatez estamos hablando qué decir de los macro botellones y fiestas en pubs donde ya no es la poca distancia entre personas ni el nulo uso de mascarillas, sino el quizá compartir un mismo botellín lo que puede echar por tierra los pequeños logros conquistados.

Siempre he dado un paso al frente en favor de los más jóvenes, porque creo que en sus manos está el futuro. Sin embargo, en esta insensatez, son los que más profesionalidad están mostrando. Y es que quizá necesiten más muertes, más sufrimiento y desesperación por falta de respiración, más sonido de respiradores o necesitan más traqueotomías en sus propios familiares. O quizá, en realidad, lo que prefieren son hospitales colapsados en los que no se puedan atender las diferentes patologías que sacuden, y de qué forma, al cuerpo humano. Aunque pensándolo mejor lo que se prefiere es confinamiento y toques de queda; comercios y terrazas cerrados; Universidades y colegios con clases virtuales, además de prohibir la libre circulación por el país. ¡Pero qué cosas tengo! ¡Qué insensato soy! Si todo esto ocurriera solo habría un culpable: el Gobierno de la Nación… (Modo irónico off).

Cuántos Gálatas hay en nuestros días, y qué pocos Pablos hay para llamarlos insensatos.

Fr. Ángel Fariña, OP