Hace más de dos meses, rozando ya los dos meses y medio, nos pedían a todos por medio de un estado de alarma casi desconocido en nuestro país que nos confinásemos en casa para controlar de alguna forma, si es que puede ser controlado, el virus. Se pedía, en gran medida, para que no se produjese lo que en algunas ciudades o territorios pasó, el colapso en hospitales y centros de salud. En ese momento, se vivieron torrentes de humanidad y solidaridad. Las personas, y las conversaciones giraban en torno al compromiso social y al abandono de necesidades luchando todos por un bien común. Una lucha contra algo externo que unía de manera interna a nuestra sociedad, que acostumbra, desgraciadamente, a andar muy desunida, véase leyes educativas, planes de sanidad, etc. Durante este período nos hemos volcado en guardar las normas, hemos sabido reconocer el esfuerzo y trabajo de aquellas personas que se jugaban su salud por nosotros como sanitarios, conductores de servicios públicos, trabajadores en supermercados, agricultores, ganaderos y tantos otros. La sociedad, sobre todo al principio, entendimos muy bien el peligro que nos acechaba. A algunos, desgraciadamente, incluso les ha tocado muy de cerca. Sin embargo, desde el comienzo de la desescalada, la memoria nos está empezando a fallar, vemos falta de compromiso, falta de comprensión, poco apoyo o escaso apoyo a nuestros conciudadanos, parece que no ha pasado nada. Y ha pasado y mucho.

Por estas razones, creo que no es momento de reproches sino de estar más unidos que nunca. Habrá tiempo para quejarse, reivindicarse y pedir explicaciones de lo hecho y de lo no hecho por parte de las autoridades políticas. Pero, en estos momentos, debemos y nos debemos seguir siendo prudentes, solidarios y más que nunca hermanos, hijos de un mismo Padre preocupados por nuestro prójimo.

También es un buen momento de solidaridad, tenemos que mirar a aquellas zonas que no tienen la misma “suerte” que nosotros, no tienen los mismos recursos materiales ni educativos. Hemos de comprometernos con esos pueblos y gentes vulnerables. A la cabeza me viene zonas como la Amazonía, con una situación extremadamente peligrosa y donde el virus arrasará sin descanso. Zonas como Santo Domingo, República Dominicana, donde la situación ya era complicada y ahora se hace insostenible. Tengamos memoria, seamos solidarios y hermanos y, por supuesto, llegado el momento, seamos críticos desde la crítica constructiva para la construcción de una sociedad mejor y más justa. Pensemos en los que no tienen nada o muy poco y que como nosotros verán avanzar la esa maldita cifra cada día. Compartamos todo y, sobre todo, compartamos la vida. Y esto, no significa otra cosa que darnos plenamente a los demás

Dioni Yáñez, Voluntario de Selvas Amazónicas