Hace un par de semanas fallecía, a sus 48 años, nuestro hermano de Orden fray Francisco Pujante. El COVID-19, ese virus que ha invadido a toda la humanidad, nos lo ha arrebatado.

La situación, como es lógico, nos ha entristecido, nos ha hecho llorar, nos ha quitado el sueño, la tranquilidad y la paz. Pero sobre todo ha conseguido que nos invada un profundo silencio donde solo resuena, una y otra vez, la misma pregunta: ¿por qué?

Sí, hay que decirlo, sin miedo ni vergüenza: nos hemos enfadado. Y como si se tratara del relato bíblico de Job hemos gritado desde lo profundo de nuestras entrañas, porque no encontramos explicación a esta desgracia que sacude al mundo entero y que nos ha tocado tan de cerca. Pero aun así, en medio del dolor, la tristeza y el enfado, sabemos que Francisco, nuestro hermano, ha sido recibido por el Dios que nos ha dado la vida con los brazos abiertos. Porque ya no lo conoce de oídas; ahora lo han visto sus ojos (cfr. Job 42,5).

Hace unos días nos reuníamos, vía internet, para dar gracias a Dios por su vida, su vocación y servicio. Los más jóvenes de la Parroquia de Ntra. Sra. de Atocha, de la que era párroco fray Francisco, prepararon el virtual encuentro. En una de las intervenciones, alguien comentó: «Francisco ha sido nuestro ‘Papa Luciani’ -Juan Pablo I-, porque nos ha mostrado la sonrisa de Dios». Quienes me conocen saben que nunca he ocultado mi admiración por el Papa que «escandalizó» a la curia romana, y a algunos más, por hablar de la maternidad de Dios. Quizás por ello me llegó tanto el comentario, quizás por ello me he parado a contemplar la sonrisa de Francisco. Porque, quizás, detrás de esa sonrisa puede esconderse una posible respuesta a la pregunta antes señalada: ¿por qué?

Estamos ante una sonrisa que trasmite bondad, cercanía y comprensión. Términos estos que nos remiten a Dios. Así pues nos encontramos ante una sonrisa que nos hace capaces de intuir y afirmar la presencia del misterio. En definitiva, estamos ante una sonrisa que es todo un lenguaje sobre Dios. Fray Francisco es todo un «pontífice»; sí, porque sigue construyendo un puente entre Dios y nosotros para que nos sea más fácil comprender aquello que nos dejó escrito en un artículo: «Señor, que sepamos hacer de nuestra vida un don, como Tú eres don para nosotros en la vida. Danos la felicidad que permanece más allá de las circunstancias favorables o adversas de cada momento, la que nace de la certeza profunda de sentirnos amados por Ti». (https://ser.dominicos.org/blog/frailes-de-hoy-en-dia/la-humanidad-de-dios/)

Job, al final del libro que lleva su nombre, obtuvo una respuesta para todos sus sufrimientos, dudas y confusiones. Nosotros, en la sonrisa de fray Francisco, podemos encontrar una respuesta a la pregunta «¿por qué?». Por ello no termino este texto diciendo un «descansa en paz», no. Termino diciendo: «Francisco, hermano, disfruta de Dios».

Fr. Ángel Fariña, OP