No paro de escuchar que, de esta, saldremos mejores, y más unidos. No lo sé. Mi primera pregunta es, ¿cuántos? Porque está claro que muchos van a quedar por el camino de la lucha contra este virus. Quien más quien menos, creo que la mayoría tenemos un caso cercano. Un familiar, el familiar de un amigo… Parece que ya nadie con sentido común se atreve a pintar una situación idílica. Es lo que pasa cuando la muerte nos alcanza, de una u otra manera, cerca o lejos. En este caso, siendo lejos, es peor porque hace muy difícil la despedida.

¿Saldremos mejores? No lo sé. Puede que sí y así lo espero, pero no hay ningún tipo de garantía de ello, así que nos tocará trabajarlo. Dicen que las situaciones límite sacan lo mejor y lo peor de cada uno, y así está siendo. A nivel particular, vimos las primeras grandes iniciativas de solidaridad, de gente que se ofrecía a hacer la compra. En cuanto pasaron unos días, empezamos a ver a los policías de balcón, e incluso la idea de que, para evitarla, había que poner un lazo azul a los niños con Trastornos del Espectro Autista. ¿En serio, nadie de los que propuso eso se había leído ningún libro de historia de las décadas 30 y 40 del siglo pasado?

¿Saldremos más unidos? Tampoco lo sé, y puede que sí, pero los conflictos diplomáticos a raíz de la compra de material sanitario están convirtiendo esto en una verdadera Guerra Fría, en la que los servicios de diplomacia y de inteligencia compiten de manera despiadada para conseguir 30 respiradores o unos pocos miles de mascarillas. ¿Hola, ONU? ¿Hola, UE? A la primera no se le ha escuchado, a la segunda mejor que no se le hubiera escuchado para lo que ha dicho hasta ahora.

Entonces, ¿por qué creo que hay posibilidad de que, al final, eso salga bien? Pues por muchos motivos. Porque el año pasado leí ‘The calculating stars’, y recordé que en tiempos duros siempre hay gente que hacen que merezca la pena. También porque soy cristiano y no me puedo permitir el lujo de perder la esperanza, porque al final (¿cuándo será el final? ) el bien gana. Además, es admirable cómo muchas personas en situaciones complicadas están resistiendo; no, no están participando de grandes iniciativas solidarias, solo resistiendo con sus varis hijos en casa, su trabajo desde el salón, su internet que a ratos falla. Para mí, esos son héroes del día a día. Y sí, en medio de todo ello, gente que aun teniendo su trabajo en riesgo, decide ayudar.

Y, por supuesto, los sanitarios. Pero de eso hablaré en otra Llama.

Mi sensación es que, a nivel humano, en general estamos dando la talla si recordamos que Twitter no es la sociedad. Y que, a nivel institucional (salvo excepciones), está faltando algo mucho peor que los errores, perfectamente comprensibles: humildad para aceptarlos, reconocerlos y aprender; y está sobrando soberbia y huida hacia delante.

Asier Solana