Como si en una película distópica o apocalíptica se tratara, nos hemos tenido que recluir en nuestras casas por orden de las autoridades competentes y se han desatado algunas cosas curiosas. 

Por un lado, las redes sociales. No hay minuto en el día en que el móvil no emita un sonido de llegada de un vídeo, texto o mensaje de voz con noticias, memes, bromas, chistes, canciones, poemas u oraciones para ayudarnos a hacer el tiempo de encierro más llevadero. No sé cómo lo estarán viviendo ustedes. Yo hay ratos que me agobio de recibir tanta cosa. Me digo, en algún momento tendré que limpiar el teléfono de basura… Pero la verdad es que la gente es súper ocurrente y a veces, da mucha risa recibir algunas cosas. 

El confinamiento ha desatado muchos miedos, pero también muchos actos de solidaridad. Empezaron las “vecinas del séptimo”, unas chicas de Madrid que se ofrecieron a sus vecinos mayores, puerta por puerta, para que contaran con ellas si necesitaban algo. Estos mensajes se repitieron en muchos edificios, con notas en los portales o en el ascensor, también de jóvenes para cuidar a los hijos e hijas de sus vecinos, una vez que habían cerrado los centros escolares. En algunas parroquias de la diócesis de Valencia y seguro que en otras muchas, los jóvenes se están ofreciendo a las personas mayores para hacerles la compra y llevársela a casa. 

Y luego están los aplausos en los balcones: al personal sanitario, al de los supermercados y tiendas de alimentación, al del transporte, al de las farmacias, etc., que siguen trabajando y jugándose la vida cada día para que nos nos falte nada y para que esta crisis se acabe cuanto antes.

Y con los aplausos, los cantos, la música, los bailes, la gente que se empieza a hablar de balcón en balcón… Ha tenido que venir este virus para recordarnos algo que con las prisas y las locuras de la vida, se nos estaba olvidando: que somos miembros de una misma familia humana, que nos necesitamos unos a otros, que el contacto y la cercanía son necesarias e imprescindibles.

Hace un momento me ha llegado uno de esos supuestos mensajes del papa Francisco, que mira que es productivo el hombre (entre lo que de verdad escribe y lo que le adjudican sin ser suyo…). No sé si de verdad lo ha escrito o dicho él pero el mensaje es muy interesante y os lo dejo, por si entre conciertos gratis, clases de yoga virtuales, las rutinas de gimnasia, el teletrabajo y la atención a los hijos e hijas y mayores os queda un hueco para pensar un poco en silencio. 

Dice así:

“Esta noche, antes de dormir, piensa en cuando volvamos a la calle. En cuando nos abracemos de nuevo, cuando comprar todos juntos nos parecerá una fiesta. Pensemos en cuando regresen los cafés en el bar, las charlas, las fotos apretados unos a otros. Pensemos en cuando todo sea un recuerdo pero la normalidad nos parecerá un regalo inesperado y hermoso. Vamos a amar todo lo que hasta hoy nos pareció inútil. Cada segundo será valioso. Las nadadas en el mar, el sol hasta tarde, los atardeceres, los brindis, las risas. Volveremos a reírnos juntos. Fuerza y coraje. ¡Nos vemos pronto!”.

Olivia Pérez Reyes