Esta semana fallecía Ernesto Cardenal. El poeta que imploraba en sus poemas «una tierra sin terror». El sacerdote al que Roma señaló y amonestó en público para luego suspenderlo ad divinis y al que, 36 años después, levantara la suspensión.

Hechos que, quizás, hicieran realidad en Cardenal lo que escribió en su «Cántico cósmico»: «Lo mejor es morir héroe y mártir». El teólogo que hablaba con libertad de Dios, porque sabía que para conseguir la liberación no se puede vivir alejado del Evangelio. Quienes lo hacen, nos decía Cardenal, «caricaturizan a Dios». El político que nunca se reconoció como tal, sino que afirmaba ser «un revolucionario por un futuro mejor».

El pasado lunes Cardenal puso rumbo a su lugar preferido, el Cosmos. Los proféticos cantos por la justicia ya se han cumplido. La opresión ha terminado. Ha experimentado el más bello de los poemas. Ha encontrado un futuro mejor, porque ya está en la verdadera y única liberación.

Fr. Ángel Fariña, OP