Un solo virus está haciendo que la población mundial esté en alerta. Cada día se propaga por diferentes países y son más los casos de muertes en lugares insospechados por el Coronavirus. ¡Con qué facilidad y rapidez puede expandirse un virus por el mundo que parece que nació con un pequeño animal de China!

Dicen que “no hay mal que por bien no venga”. Esto es un gran mal, y ojalá se controle rápido pero nos pone de ejemplo los efectos de la globalización. Eso que ocurre en un lugar concreto tiene gran repercusión al otro lado del mundo. ¿Por qué no lo utilizamos para propagar el bien?

A veces parece que tenemos la vacuna que nos hace inmunes a los males del mundo. La inestabilidad de oriente próximo, las políticas económicas de los países, los conflictos, el hambre, la desigualdad, que provocan movimientos migratorios y condiciones lamentables, la sequía y diferentes cambios en el clima… Podemos pensar que todo está movido por políticos y grandes poderes y puede ser cierto, pero no nos puede quitar responsabilidad ¡nosotros tenemos mucho que hacer!

Nuestras acciones son vitales para el mundo y, como hacía Jesús y nos dice el Papa Francisco, “desde lo pequeño”. En nuestro entorno, con nuestra familia y amigos, esos que no son tan amigos, conocidos del trabajo o de ocio, en la persona que nos cruzamos en cualquier lugar del mundo. Si cada uno de nosotros ofreciera amor, convertiríamos una epidemia de bien mundial. Recuerda que cada caso que has contagiado de alegría y amor tiene el poder de llegar al otro lado del planeta.


Belén Rodríguez Román