Esta semana hemos recibido la exhortación apostólica post-sinodal del Santo Padre con el título “Querida Amazonía” donde pone el acento en el cuidado de la casa común y de los pobres. Parece que a Francisco le preocupa lo que nos rodea y envuelve como parte del regalo que cada día hemos de agradecer. Y como un regalo que es, tenemos que cuidarlo con esmero y constancia.

Esto de la ecología o la pequeña parte que vamos a mencionar en este escrito, es algo que se nos lleva recordando desde pequeños: “cuida el medio ambiente”, “cuida tu ciudad”, “cuida la tierra” pero quizás, como siempre, hemos desoído, y por qué no, seguimos desoyendo las llamadas de atención que nos dieron y que nos dan, con cada vez más frecuencia, aquellos que saben que esto de la casa común es algo que no acabamos de tomarnos en serio. Y es que la ecología y el cuidado de lo que nos rodea no entiende de grandilocuencias literarias ni de sermones vacíos. La ecología no se para a escuchar lo que tenemos que hacer; si no lo hacemos, directamente nos cargamos lo que tenemos. Por tanto, claro que es importante alzar la voz, reivindicarse, levantarse y gritar para que todo el mundo sea consciente de que tenemos que cambiar nuestro estilo de vida pero no solo nos sirve con gritar, hemos de actuar. Desde nuestra misión diaria, desde nuestro compromiso, que no entiende de fines de semana ni de vacaciones, que no distingue entre las fiestas patronales y el caminar cotidiano del día a día hemos de cambiar como entendemos eso de consumir.

Y es que el consumo nos está matando, consumimos por castigo, nos cansamos de comprar. Consumimos ropa en exceso, siendo capaces de comprar ropa que no entra en nuestros planes ponernos. Consumimos en exceso plásticos de todo tipo: jabones, envolturas de fruta, envolturas de carne, de pescado, de bollería, bolsas de patatas, bebidas carbonatadas y así un listado que no acaba, antes acabará el planeta. Esa maravilla del plástico, que vino como una solución perfecta para envasar, la estamos convirtiendo en la mayor pesadilla de peces y animales; y pronto, en nuestra mayor pesadilla.

Nuestros hábitos han de cambiar, tenemos reivindicar a aquella generación que iba a comprar vino con una garrafa propia, compraba el plan con una bolsa de pan hecha y exclusiva para el pan, devolvía los cascos de la gaseosa y de la leche. En definitiva, nos enseñaban, sin saberlo, a ser altamente ecológicos.

Nuestros hábitos han de cambiar y no solo tenemos que decir que han de cambiar sino cambiarlos. Nosotros, los jóvenes, no se nos pide únicamente un compromiso a la hora de alzar la voz. Se nos pide un compromiso en cada acto que hagamos, cada comida con los amigos eliminando los utensilios de usar y tirar. En cada botellón, si es que hacemos alguno. Resulta altamente hipócrita reivindicarse un viernes en una manifestación y dejar la calle llena de envases, vidrios y vasos de plástico un sábado porque en ese momento, lo de la ecología, no tiene cabida en nuestra fiesta.

En definitiva, Francisco nos da una llamada de atención a todos, pero especialmente a los cristianos, que entendemos y/o escuchamos, a veces, lo que queremos. Es hora de que se note, como decía T. Radcliffe que somos cristianos por la alegría que mostramos. Y un componente de esa alegría es el cuidado de una casa que nos han regalado. Seamos misión cada día, también en ese cuidado

Dioni Yáñez, Voluntario de Selvas Amazónicas