Reconozco que, por momentos, hay días, en los que me satura la actualidad. El gobierno, el pin parental, el independentismo catalán, Junqueras en la cárcel, cambiar las leyes por intereses políticos, la ex-ETA justificando sus crímenes, la ultra esto, la ultra lo otro, Congresa, ministres, lobbys, LGTBIQ+, salarios mínimos, crisis, amenazas, Trump, Davos, Soros, Marruecos, Canarias, Puigdemont, embajadas, mossos de escuadra, Greta, Fitur, emergencias, Gloria, Venezuela, Arabia Saudí, Irán, Podemos, violencia familiar, crímenes de mujeres, violaciones, inmigración, Bolivia, Meghan Markle, Australia y los incendios, etc., etc., etc…

                Hay una “infoxicación”, una intoxicación de información, de tal cariz, de tal volumen, de tal bombardeo, que apabulla y satura y nos deja noqueados e impotentes, inútiles para reaccionar, para actuar, porque somos incapaces de procesar, de asimilar, de entender, de integrar lo que recibimos. Las cosas pasan por nuestros oídos y nuestros ojos, pero no somos capaces ni de retenerlas ni de casi comprenderlas, con la terrible contrapartida de ir normalizándose, de ir haciéndose cotidianas, de acabar de darlas por buenas, porque suceden, porque la vida es así, sin más porque pasan.

                ¿Qué hacer ante todo esto?

                Supongo que lo mismo que se hace ante toda intoxicación. Primero desintoxicarte, expulsar del organismo lo nocivo, lo que nos envenena, y después entender que un consumo en demasía de cualquier cosa, enferma. Es decir, siempre es bueno parar un poco del bombardeo de la actualidad –no nos vamos a perder nada tan importante, el periódico de un día sirve para envolver el pescado del día siguiente…- y tras una temporadita, volver con la cabeza limpia y cribando bien, midiendo las dosis de actualidad que recogemos, para no vovler a intoxicarnos.

Vicente Niño, OP