Ha muerto Sir Roger Scrutton (1943-2020) que quizás a muchos de ustedes ni les suene, pero que era una de las máximas figuras de la filosofía y el pensamiento conservador de nuestros tiempos en el ámbito inglés.

Su condición de “conservador” –como señala con acierto Enrique Gª-Máiquez- estaba basada en el amor. Cuando uno ama algo, quiere que dure, que perdure, que se conserve. Cuando uno ama algo, desea que pueda ser eterno. El amor, en frase conocida, exige eternidad.

Como Scrutton amaba muchas cosas, se dedicó a pensar y escribir sobre ellas. Inglaterra, la música clásica, la arquitectura, la religión, el vino, las costumbres, Dios, la filosofía, la belleza, la caza del zorro, los caballos, Wagner… y un larguísimo etcétera.

La percepción de la belleza –no en vano fue profesor de Estética en la universidad- era una de las puertas de ese amor, y por tanto del conservadurismo. Igualmente, la reflexión de la necesidad del conservadurismo nos la acercó desde la idea de que generar algo bello, algo bueno, algo justo, cuesta mucho tiempo y esfuerzo, muchas generaciones, mientras que destruirlo puede ser algo bien veloz.

Algunas polémicas con la corrección política –esa extraña dimensión de nuestro tiempo que comienza a mostrar su lado totalitario- afearon sus últimos meses, con interesadas manipulaciones de sus palabras en medios de comunicación que luego se disculparon.

Se le detectó un cáncer que a los seis meses se lo ha llevado, pero que le hizo de nuevo pensar, al final de su periplo vital, con amor y belleza, sobre la gratuidad de la vida.

Descanse en paz.

Vicente Niño Orti, OP