¿No les ha pasado alguna vez que, aunque intentan que no ocurra, se dan cuenta de que están viviendo la vida a medio gas, sin ganas, con poca ilusión? Es como si la gasolina se acabase o, las baterías eléctricas, ahora más de moda, estuvieran llegando al final de su vida útil.
No sé si tiene que ver con este veroño que apenas quiere irse o llegar, que se ha quedado enredado en nuestros cerebros junto con las elecciones ¡otra vez elecciones, y campaña electoral, madre mía!, y la situación en Cataluña, o en Gran Bretaña, o en EE.UU.
Es como si todo estuviera acabándose, como la batería, pero sin fuerzas hasta para terminar: ni el otoño, ni el Gobierno, ni el seny (la sensatez) acaban de instalarse. Se nos ha quedado “colgada” la vida, como cuando se cuelga un ordenador o un teléfono.
Y como seres bio-pisco-sociales que somos, lo que pasa alrededor nos afecta, claro que sí. Al menos a mí me ocurre que no acabo de despegar con fuerza en este inicio de curso, por más que me haya propuesto nuevos retos, nuevas “actividades extraescolares” y algún que otro propósito de enmienda.
Solo me siguen dando fuerzas algunas personas que me rodean -o no- y que siguen queriendo cambiar el mundo…
En València, más de 800 personas (hacían falta 400) se han apuntado a participar en la elaboración de un censo de las personas que, en la ciudad, viven en situación de sin hogar. Hace falta conocer la realidad para poder transformarla. La semana que viene, coincidiendo con la Campaña Nadie Sin Hogar, saldrán a la calle para saber quiénes son, dónde y por qué están ahí, qué necesitan…
Desde finales del curso pasado, los jóvenes han vuelto a dar un golpe en la mesa y a reclamar lo que es suyo: el futuro. He leído varios artículos desprestigiando a Greta, la niña que vino del Norte a decirnos que no es posible seguir destruyendo el planeta a la velocidad que lo estamos haciendo. Siempre los profetas son denostados. Seguro que hay cosas que pulir pero ha conseguido prender la mecha de una reivindicación tan necesaria como urgente.
Las mujeres estamos diciendo algo alto y fuerte. También en la Iglesia. Probablemente, el Sínodo de la Amazonía sea el último en que no se deje votar a las mujeres y esta década, la última en que haya que seguir explicando que el feminismo no quiere acabar con nada más que la desigualdad entre hombres y mujeres. Millones de mujeres en todo el planeta han decidido que ya es la hora.
Solo ellas y ellos son capaces de poner en marcha mi batería. A ver si los dejo.

Olivia Pérez