Hace unas semanas lloré escuchando la radio. No sé si les ha pasado alguna vez. A mí, varias.

La noticia hablaba de Séfora Sahé, una niña de 13 meses hija de Ruth, una madre que fue obligada a palos a subir a una patera para llegar a España. Durante el viaje, ella y su prima Justine sufrieron abusos sexuales y tocamientos, según narra el informe judicial. La madre estuvo en comisaría y encerrada en un calabozo, con una fisura por los palos que había recibido y la pena por la tragedia sufrida. Justine se ahogó intentando rescatar a su propia hija para que no se perdiera en el mar como le había ocurrido a la pequeña de su prima, Sephora, a la que un golpe de mar la alejó rápidamente de la patera en la que habían llegado a la costa de Arguineguín, en el municipio grancanario de Mogán en la madrugada del 16 de mayo.  

La noticia era del gran Nico Castellano, un periodista que, a golpe de naufragio, se ha ido especializando y convirtiendo en la voz de los migrantes en nuestra realidad, que, aunque les parezca otra cosa, es un tema del que apenas se habla, al menos con sentido.

«Solo el 4 % de la población destaca la inmigración como el primer problema que tenemos», decía Guillermo Fernández, coordinador del VIII Informe FOESSA sobre exclusión y desarrollo social en España en una entrevista que he tenido la suerte de realizarle para la revista Noticias Obreras. Aunque el ruido mediático y, últimamente también el populismo político nos hagan pensar otra cosa, a nuestros conciudadanos y conciudadanas no les preocupa en demasía este asunto. Aún no se ha convertido en un tema preocupante como sí lo es, cada vez más, el de la política.

Para mí lo preocupante es que se use la realidad de la movilidad humana (que es un asunto presente en la historia desde que el mundo es mundo) y que ahora, más que nunca se ve muchas veces forzada por la pobreza y la miseria, la violencia y la guerra o los cada vez más comunes desastres de origen climático, como arma para conseguir votos.

Y me preocupa, aún más, cuando las negativas a acoger a las personas migrantes vienen de hermanos y hermanas en la fe que no han entendido bien, creo yo, el mandato del evangelio: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Lc 10, 27).

En este sentido, me interpeló mucho una de las frases de Fernández en esa entrevista, que os dejo para la reflexión: “Es verdad, como dice Bauman, que «responsabilizarse absolutamente, sin límites y sin excepciones, por el bienestar de un «otro» (y con ello, presumiblemente, de todos los otros) tal vez sea un mandamiento hecho a la medida de los santos». Pero, ¿acaso no es esa la llamada que también recibimos en el evangelio? «Sed santos como vuestro Padre celestial es santo» (Mt 5, 48).

Olivia Pérez