Quizás se les haya pasado desapercibida la semana pasada, pero estaba llena de fiestas y conmemoraciones. Así que, al más puro estilo “información de servicio público”, esta columnista quiere hacerles un resumen de lo que fue la semana pasada.

No voy a hablar ni de pactos, ni de tenis, ni nada por estilo. Pero por si no tienen una agenda a mano, les diré que el pasado lunes, 3 de junio se conmemoraba el 56 aniversario de la muerte del ¡ya por fin! santo y papa, Juan XXIII.

El martes, día 4, concluyó el Ramadán y para nuestros hermanos y hermanas creyentes en el Islam fue fiesta grande. Eid Mubarak!, ¡Bendita fiesta!, se desean.

Ese mismo día se celebra, en el plano internacional el Día Internacional de los niños y niñas víctimas de agresiones, que habrá que seguir celebrando mientras haya un solo menor de edad sufriendo violencia de cualquier clase.

El día 5 de junio es el Día mundial del Medio Ambiente y cada vez esta celebración es más necesaria, si tenemos en cuenta la situación en la que estamos dejando al planeta. Nuestra conciencia ecológica ya no es una opción. Es una necesidad, una obligación, un asunto de justicia porque, como casi siempre, las personas más afectadas por lo que ya llaman “emergencia climática” son, casis siempre, las más empobrecidas del mundo.

Enlazada con esta conmemoración, el sábado, 8 de junio celebramos el Día Mundial de los Océanos. Ellos son unos de los primeros afectados por el abuso de los plásticos, por el consumo desaforado de todo en general y sus habitantes, animales y plantas, de todas las especies, sufren, desde hace años, las consecuencias de la suciedad, de la alteración del medio, de lo que vamos tirando o perdiendo en las aguas.

Finalmente, el domingo, los cristianos y cristianas celebramos Pentecostés. La venida del Espíritu es la condición de posibilidad de la Iglesia, que nació, tras la resurrección de Jesús y la venida de su Espíritu. Alguien dijo que, en el fondo, nos convenía que Jesús se fuera para que llegara él, que es quien tiene que acompañarnos. Él es quien nos envió a san Juan XXIII y el aire fresco que nos trajo el Concilio que convocó. Es el Espíritu de Jesús quien nos ayuda a sentirnos hermanos y hermanas unos de otras, sin tener en cuenta la religión que profesamos, y por tanto, nos hace vivir en fraternidad, sororidad y paz también junto a nuestros hermanos y hermanas musulmanes.

Es el Espíritu Santo quien nos pone en el camino de la lucha por la justicia, en favor de los niños y niñas agredidos; quien nos anima a involucrarnos en el cuidado y la protección de la hermana – madre tierra; quien nos recuerda que debemos ser más cuidadosos con el medio ambiente y con los océanos y que estamos llamados y llamadas a protegerlos, defenderlos y denunciar las acciones que atacan a la tierra, a los mares y a los seres, humanos o no que hay sobre ella.

Nos conviene que venga, que siga viniendo. ¡Ven, Espíritu Santo!

Olivia Pérez