A veces la vida nos presenta unas situaciones, nos lleva hacia unos desencuentros o malentendidos con otros a los cuales no sabemos cómo hemos llegado, ni cómo afrontarlos; no tanto para salir airosos de ellos sino también para poder hacerlo con madurez, con caridad. Y es que debemos de tener muy claro que el perdón dado y el perdón recibido es la base del amor.
A amar y a amarnos somos llamados una y mil veces, tanto que el infinito del perdón, nos lleva al amor hasta el extremo; ¿y no ese el ejemplo que recibimos de Jesús?, el cual lo vamos a ver muy claramente reflejado en los días venideros de Semana Santa, en el misterio de vida, muerte y resurrección de nuestro Señor.
¿Cómo llevamos a la vida esta máxima, este mandato? Porque amar no es una palabra bella con la cual se nos llena la boca, sino que es un estilo de vida que lo primero que se debe de llenar es nuestro corazón y desde ahí rebose nuestra boca. Nuestra mirada sobre lo hermanos con los compartimos la vida, no es solo una mirada hacia ellos sino también una mirada profunda a nuestro corazón. No hagas a otro lo que a ti no te agrada.
Aunque no te entienda, no dejaré perderse el deseo de amarte. Pero si no eres capaz de cruzar tu mirada con la mía y dejar caer un “perdón”, “lo siento”, lo único que crecerá en ti será un espíritu ruin y tu única compañía será la infelicidad perpetua.
Espero que sepas elegir…
Sor Rocío Goncet, OP