No sólo a España ha escrito el presidente de Méjico, López Obrador, exigiendo un perdón hoy por lo que pasó hace quinientos años, también al Papa Francisco le ha exigido que pida perdón por los supuestos crímenes de la Iglesia en la mal llamada conquista de América.

López Obrador en una torticera y manipuladora revisión histórica de corte populista y nacionalista, busca echar balones fuera y señalar supuestos culpables de un expolio y un abuso que no se sostiene ante un análisis científico y sereno de la historia real. Sostiene una versión inventada de la historia que pasa por alto la realidad de lo que el Descubrimiento y Evangelización de Méjico y de toda América fue.

Las universidades, el mestizaje –que niega todo supuesto genocidio indígena-, el fin del violento y sanguinario dominio del Imperio Azteca sobre los distintos pueblos mexicas, así como de las matanzas y sacrificios humanos que practicaban, el aporte cultural y técnico traído de Europa, y un larguísimo etcétera de aportes españoles, desmienten esa falsedad que López Obrador sostiene.

Y con la Iglesia igual. Si hubo abusos en el proceso colonial de dominio –nunca ese genocidio que dicen los pseudo historiadores a los que consulta Obrador- fue precisamente la Iglesia quien trató de denunciarlos y de pararlos, con los Dominicos de La Española y con Bartolomé de las Casas reclamando leyes que protegieran a todos, como así dictó Carlos I.