Dejadme que os cuente dónde he estado este fin de semana: he formado parte de la logística en la organización de un torneo de debate, el tercero que organizamos en nuestro colegio mayor. Alrededor de cien competidores más unos veinte jueces que han llevado, a lo largo de dos días, una competición en la que ganaba quien presentaba mejores argumentos. No quien gritaba más, ni el más payaso, ni quien recibía más aplausos del público: quien daba mejores razones.

Algo común en todos los torneos de debate es que te puede tocar defender cualquiera de las dos posturas, y eso solo lo sabes unos minutos antes de comenzar. A veces, puede ser la postura con la que concuerdas; al fin y al cabo, todos tenemos una opinión más o menos formada sobre Venezuela, Uber o Vox, tres de los temas a discusión en el torneo de este fin de semana. Pero hay un 50% de posibilidades de que te toque defender algo con lo que estás muy en contra. En este caso, toca buscar cuáles son los buenos argumentos de esa posición y luego, frente a los jueces y al público, defenderlos. Posiblemente, incluso ganes.

Qué bonito es ponerse en el lugar del otro y buscar dónde tiene razón, y cómo sus argumentos pueden hacer solvente el defender una postura que no es la tuya y en la que, después de esta competición, seguirás sin creer. Quizá, eso sí, con un poco de suerte, aprendas. Porque hasta yo y los míos podemos estar equivocados a veces. ¿Sabéis qué? No pasa nada. Ojalá más clubes de debate para poder trabajar en empatía.Asier S.B.