Me toca escribir esta Llama con los recuerdos aun cercanos de haber participado, el pasado sábado, en el Encuentro estatal del Movimiento Juvenil Dominicano (MJD). Ustedes no me ven pero les diré que no, no soy miembro del MJD. Lo fui. Desde mi adolescencia y juventud porque las hermanas dominicas de la Congregación de Santo Domingo, en uno de cuyos colegios estudié, crearon el Movimiento para el alumnado de sus centros. Después nació el MJD para jóvenes, en cuyo primer Encuentro, cuando aún no sabíamos cómo, por qué ni para qué, estuve. Más adelante, en una etapa ya también lejana me encargué de la coordinación del Movimiento en España.

Han pasado unos cuantos años de eso. Ahora he vuelto a un Encuentro del MJD de España a compartir con quienes allí estaban mis conocimientos —ya les digo que bastante pobres, sin mentirles— sobre igualdad entre hombres y mujeres y feminismos. Lo mejor ha sido lo que he aprendido: estudiando para preparar mi taller y, fundamentalmente, impartiéndolo a lo largo de la mañana del sábado.

No vengo sorprendida. Sabía de antemano de qué son capaces mis hermanos y hermanas más jóvenes en la Orden. Vuelvo esperanzada. Mucho. Ellas y algunos de ellos también, están preocupados y preocupadas por la igualdad, por los derechos humanos, han estudiado, compartido en comunidad y orado sobre ello, este fin de semana, pero también antes, en sus grupos de origen, en sus vidas diarias, en sus activismos y misiones compartidas. Se saben la teoría, pero, más importante, la practican.

Aman a la Iglesia. Y la quieren libre, igualitaria, misericordiosa, abierta, madre y hermana. Y como además de amarla se sienten parte, están dispuestas y dispuestos a cambiarla.

¡Ánimo, chicas y chicos! ¡Ya sabéis cuánto os necesitamos!

Olivia Pérez