Estamos tan acostumbrados a pensar que la obediencia es una virtud, que la mayoría de las personas se sorprenden al descubrir que, a veces, ha sido y es necesario desobedecer. Por ejemplo, decía el dominico Francisco de Vitoria (padre del derecho internacional) que, «si al súbdito le consta de la injusticia de la guerra, no puede ir a ella, ni aún por mandato del príncipe, porque en virtud de ninguna autoridad es lícito dar muerte a un inocente».

Entonces ¿resulta que eso de desobedecer puede ser virtuoso, es más, puede ser justo y necesario? Y si es así ¿cuándo, a quién, porqué y para qué habría de que desobedecer? Y algo más: ¿dónde se aprende a desobedecer? ¿Acaso a los niños les enseñamos a desobedecer en las escuelas y colegios, en las familias? ¿Y en la Iglesia? ¿Se enseña a desobedecer en la Iglesia?

Mas bien todo lo contrario. Enseñamos y se nos enseña a obedecer. ¡Tanto y durante tanto tiempo se nos ha dicho que eso de la obediencia es lo correcto, lo virtuoso, lo bueno, lo que querido por Dios!

Tenemos que obedecer las leyes. ¿Y si las leyes son injustas? ¿Quién dijo eso de “el sábado está hecho para el hombre y no el hombre para el sábado”? Tenemos que obedecer a los convencionalismos, a lo políticamente correcto y, también, el orden (¿o desorden?) establecido. ¿Y si ese (des)orden establecido provoca muertes, pobreza y exclusión? Tenemos que obedecer a las jerarquías, pero éstas ¿a quién obedecen?

Jesús de Nazaret fue un gran desobediente, un insumiso. Jesús desobedeció leyes, normas, convencionalismos, tanto sociales, políticos como religiosos. La desobediencia de Jesús nace de la obediencia de Jesús. El reinado de Dios es incompatible con el reinado del mundo. Jesús fue radicalmente obediente a Dios y al proyecto del Reino. Y ese gran ‘si’ le condujo a muchos ‘no’. No se puede servir a Dios y al dinero. No se puede servir a las falsas religiones y al Reino. Jesús fue obediente al Padre hasta el final y eso lo convirtió a los ojos del mundo y de las autoridades religiosas en el gran desobediente y blasfemo.

Cuando Jesús entró en conflicto, (es decir, ‘desobedeció’) con la religión, el templo, los sacerdotes y los fariseos, aquel conflicto no fue con la religión “de Israel”. Esta fue muy importante para Jesús. El conflicto de Jesús fue con la religión y la religiosidad que anteponen lo sagrado a lo humano.

El Evangelio no es básicamente cuestión de creencias, de rituales, de obediencia-sometimiento a normas y mandamientos, de cultos sagrados, de prohibiciones y tabúes, sino de seguimiento de Jesús, centrado en la vida que llevó e identificados con su mismo proyecto: obediencia (a Dios)-libertad (de los hijos e hijas de Dios)-desobediencia a… (hagamos la lista de nuestras necesarias desobediencias).

Ricardo Aguadé, OP