En este fin de semana la Iglesia celebra el día de la vida consagrada y por ello me gustaría haceros participes de la misión de las hermanas contemplativas de nuestra Orden, a la cual pertenezco; cómo y cuál es la misión de un monasterio dominicano, desde mi no muy larga experiencia de vida religiosa podría decir que nuestra misión es la de dar a conocer el rostro de Dios y la de mantener su Presencia (como se titula este pequeño artículo) entre el pueblo de Dios.

Puede parecer contradictorio eso de que nosotras tengamos la misión de dar a conocer el rostro de Dios, si vivimos sin salir de nuestro monasterio. Pero en primer lugar las cosas de Dios están siempre ligadas a grandes contradicciones ( así lo podemos ver en el profeta Isaías 55,6-9). 
Es cierto que el contacto con las personas es limitado, pero a la misma vez las personas que llegan  nuestro monasterio o que llegan a tener una relación o encuentro personal con una hermana, saben que son momentos profundos, donde nos podremos encontrar con mujeres que viven la vida desde la sencillez, desde una fraternidad patente en su amor y servicio hacia los demás, desde la sabiduría que da Dios en la relación orante y desde el conocimiento propio y de las riquezas y pobrezas que residen en el corazón humano.

Las hermanas no intentamos en ningún momento evadirnos de los gozos y esperanzas, de las tristezas y alegrías, de los logros y los fracasos de nuestro mundo y de aquellos con los que tenemos la suerte de poder compartir la vida y la fe.

Acercarse a un monasterio y de forma especial a un monasterio dominicano es una aventura apasionante, y en la  que conoceremos el gusto por los pequeños detalles que nos llenan de felicidad, la alegría de la entrega generosa, el intentar acoger al que llega como regalo de Dios. Todos estos elementos unidos al silencio que acompaña toda la jornada monástica, al estudio  donde nuestra oración se prolonga y nos ayuda a crecer a nivel personal y comunitario y al trabajo común hacen de los monasterios casas de predicación, como eran conocidos en los principios de la fundación de nuestra Orden.

Mantener la Presencia de Dios en medio del mundo es otra de las grandes misiones de los monasterios. Fray Timothy Radcliffe en su libro el Manantial de la Esperanza, compara a los monasterios  a las paradas de autobuses, quizás no sepamos cuándo llegará el autobús, pero sabemos que por allí tiene pasar con toda seguridad. Pues justamente así pasa con los monasterios, quizás no se conozca lo que se hace allí dentro,  quizás nunca te plantees el acercarte a ellos y a quien en ellos viven pero lo que sabes con toda seguridad es que allí de un modo u otro está Dios. Incluso puedes llegar a saber que es un lugar de oración, que no compartirás nunca esa forma de vivir pero que ahí hay personas que viven enamoradas de un Dios al que ven en mí y todos los hombres sus hermanos.

Nuestro monasterio está enclavado en medio de un barrio grande, con un nivel de pobreza alto. Es mucha de las maneras que las hermanas nos hacemos presente en la vida de nuestros vecinos, desde los encuentros mantenemos con los miembros de las parroquias colindantes, visitas de grupos de comunión, confirmación… con los cuales compartimos ratos de oración y de conocimiento mutuo; también desde el monasterio aunque no de forma sistemática intentamos ayudar a las familias más desfavorecidas que puntualmente nos vienen con sus necesidades más elementales. Sin duda el monasterio es lugar de refugio para muchos en momentos difíciles tanto a nivel espiritual como también a nivel material. Y una forma muy especial que tienen los monasterios y este en concreto de llevar  a Dios a los que nos rodean es con la apertura y accesibilidad que se da al pueblo de Dios para participar en la alabanza diaria, en la Eucaristía, en las vigilias de oración abiertas a todos. La Iglesia del monasterio pasa la gran mayoría del día abierta  para en cualquier momento cualquier persona pueda tener un encuentro con el Señor. Señalaría que una de las grandes misiones del monasterio y de las hermanas es propiciar los momentos de oración de los hermanos, dándole el espacio y las condiciones necesarias para ello, como puede ser no solo el recinto sino también el ambiente de silencio propicio para ello, la compañía y la guía de las hermanas, facilitarles material de formación y de reflexión ( la Palabra de Dios, libros,…)

El reto mayor en nuestro caso no es el hacer u organizar grandes cosas, sino nuestra gran aportación a la misión de la Orden y a la Iglesia es el apoyo orante y el simplemente estar y vivir en presencia contaste del Dios que nos ama, y eso de forma que solo Dios conoce llega y toca el corazón de los hombres transformándolos y haciéndolos llegar a Dios de forma segura.

Animaros a conocer los monasterios, a conocer y a disfrutar de la amistad con las hermanas, en definitiva a disfrutar de la gran aventura de vivir en Dios de este modo tan particular y tan apasionante a la vez.

Muchas gracias por hacerme participe de este proyecto de misión, mis saludo y mi oración por y para todos.