Leo en Desalambre que una parroquia protestante de Holanda está en misa permanentemente (llevan más de seis semanas) porque es la única manera de que la policía no entre a llevarse a una familia armenia que tiene orden de ser deportada y ha sido acogida allí. Al parecer están acudiendo párrocos de todo el país y toda la comunidad eclesial está trabajando para mantener la iglesia en funcionamiento. Lo hacen porque la familia está en peligro y creen que no deber volver al país del que huyeron. La familia son madre, padre y tres hijos adolescentes.
Nos empeñamos en desmarcarnos muchas veces de las frases incendiarias y el conservadurismo que hay en la Iglesia (especialmente en España, centrada en apoyar incoherentemente mensajes reaccionarios de ciertos partidos políticos), y si bien la parroquia es protestante y no católica, creo que es una noticia muy relevante. Primero, porque se agradece el apoyo social a los más vulnerables en medio de tanto odio injusto y una deshumanización que abruma y de la que no paramos de quejarnos -mira tú por dónde- a través de las redes sociales. Segundo, porque la iniciativa salga desde la Fe cristiana, descodificando el mensaje original de Amor de Jesús y de responsabilidad humana ante el mundo en el que vivimos. Tercero, porque demuestra que si en vez de dar la espalda a lo que no nos agrada de lo eclesiástico, contribuimos entre todos y todas a hacer lo que sí, se construye misericordia en vez de cinismo. Y cuarto, por lo poético que tiene estar en misa permanente, en esa consagración de la comunidad, algo que ni los policías se atreven a alterar.
No quito valor a la crítica (todo lo contrario, más madera, por favor), pero a veces debemos pensar que en vez de vivir en una isla resistente dentro de un mundo anticuado, entre todos y todas podemos hacer la Iglesia que merecemos.