El pasado verano me encontré con mi amigo Jorge. Un joven de 24 años entusiasta,divertido, sincero y más cosas que lo convierten en una gran persona. De entre todas las cosas que me contó, quiso destacar el hecho de que se había hecho un tatuaje. Le pregunté qué se había tatuado y él me dijo: “amor de madre”. Me pareció un poco antiguo pero, para gustos… pues ya se sabe.
Poco apoco me fue explicando el porqué del tatuaje y fui comprendiendo cómo el tatuaje habla de pertenencia. Una pertenencia que dice mucho en los tiempos que nos toca vivir y que habla de coraje: coraje de decir abiertamente y sin tapujos en qué Dios cree; en qué Dios espera; y en qué Dios tiene puesta su confianza.
“Tú te pones un hábito”, me dijo. “Pues bien, este es el mío”.
Definitivamente, me voy a hacer un tatuaje.