A nadie ha pasado desapercibido, pese al maremágnum de noticias que nos asaltan día a día como olas rompiendo contra las playas, el Premio Princesa de Asturias concedido a la Selección de Rugby Neozelandesa, los famosos All Blacks, siquiera sea por la impresionante Haka –la danza guerrera maorí que realizan antes de cada partido en señal de reto al rival y de respeto por el adversario- que al recoger el premio representaron.
Se les ha concedido el premio no sólo por unos éxitos deportivos innegables -son el equipo dominador del rugby moderno y pueden reclamar la primacía del deporte oval-, sino también y sobre todo por la imagen de equipo que representan. El jurado premió en ellos sus “grandes valores de solidaridad y deportividad” y también que “representan un ejemplo de integración racial y cultural, que ha contribuido a la unidad de neozelandeses de diferente origen, simbolizado en el ‘haka’, vínculo con sus raíces ancestrales”.
En España crece la práctica y la afición por el rugby de una manera extraordinaria, y lo que es más fascinante aún, es que lo hace al margen del apoyo mediático de cadenas televisivas, impulsos comerciales y dinero a raudales. Crece porque las familias prefieren apuntar a sus hijos a rugby antes que a futbol, abrumados por todo el montaje financiero y por todo lo que el futbol representa en nuestra sociedad.
Son como dos modos radicalmente distintos de lo que significa la práctica del deporte: el éxito a toda costa, el engaño y la trampa, el dinero, la fama, los focos, el todo vale, el espectáculo, la corrupción y el triunfo… que es la imagen proyectada por el negocio del futbol; y los valores de respeto, comunidad, juego limpio, solidaridad, transparencia, fortaleza, humildad, trabajo duro y amistad del rugby.
Tengo la esperanza y la convicción de que muchas de las personas que a diario nos cruzamos, no terminan de dejarse vencer por este mundo de dinero, artificio y tecnología, y que buscan vivir y hacer las cosas de otro modo, retomar lo importante, creer en los valores, estar de otro modo en este tiempo que se nos ha regalado, colaborar a que cambie de rumbo nuestra sociedad.
Que el rugby crezca en nuestro país, es una señal de esperanza y de amor, una imagen de que nuestra sociedad quiere y puede cambiar a mejor.

Fr. Vicente Niño O.P.