Hace unos días conversaba con unos cuantos alumnos, y en un momento de la conversación uno dijo que estaba muy contento, que se sentía muy realizado porque tenía una cantidad considerable de likes en su Instagram. Es más, comentó que había decidido tomarse unas cañas por ese motivo. Yo, sinceramente, no sabía qué decir, cómo reaccionar, ni qué toca hacer o decir en un momento como ese. Pero la cuestión no termina aquí, los demás centraron toda la conversación contando cuántos likes tienen y cómo esos likes hacen que su vida sea mejor, más feliz.
Sé que me estoy haciendo mayor y ya no comprendo a las generaciones más jóvenes. Los tiempos cambian muy rápido y lo voy notando en los que vienen detrás de mí. Pero viene una generación que, por un lado, no sabe afrontar un tema, no sabe qué estaría bien o, por el contrario, qué estaría mal. ¿Por qué digo esto? Porque creo que en esa conversación con mis alumnos la realidad que había es que nada les ilusiona, nada les hace soñar, nada les hace emprender cosas nuevas, nada les motiva a buscar nuevas experiencias, nada quieren respecto del pensar, del sentir, del estudiar… del amar.
Seguramente el equivocado soy yo y, quizá, todo sea más sencillo: no se lo plantean porque la vida la tienen resuelta con los likes del Instagram.

Fr. Ángel Fariña, O.P.