Entre tanta bandera y tanta llama, parece que la vida pasa sin pasar. Perdonadme porque voy a hablar de algo que puede que hoy día suene a chino, pero os prometo que en diez años no será así. No queremos darnos el tiempo necesario para preguntarnos quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos. Eso tiene el problema de que otros se lo preguntarán y, lo que es peor, fabricarán respuestas.
Cuando lo que importa es el proceso vital de que cada uno se pregunte, repregunte y vuelva a cuestionar sobre su propia existencia, nos encontramos con un catálogo de respuestas. Ellas deberían facilitarnos la vida, pero en última instancia nos impiden Vivirla: así, con mayúscula, como deberíamos aspirar a sacar provecho de nuestra bella insignificancia en el universo.
Hay grupos que están proponiendo respuestas muy claras al rumbo de la humanidad, que en el fondo es lo que expresan esas tres grandes preguntas. Y os confieso que hay una que me parece un gran reto: el de la tecnología, problema nuevo y viejo a la vez. Hay un grupo, cada vez más numeroso, que se hacen llamar ‘transhumanistas’ y que pretenden, literalmente, crear una nueva humanidad a base de biotecnología, nanotecnología y similares. Nos prometen que seremos los últimos humanos y los siguientes tendrán las tres ‘Súper’: supervida (por longeva), superbienestar, y superinteligencia.
Aquí, con mucha más fuerza de lo que se ha planteado en los últimos 60 años, se nos plantean problemas muy dispares, que en última instancia sólo podemos solucionar si nos preguntamos ‘quién es el ser humano’. Y no solo eso, sino que debemos ser capaces de construir una propuesta solvente que parta de nuestra identidad cristiana. O el día menos pensado nos encontraremos que lo más normal sean futuros como el de la película ‘Gattaca’, o el de series como ‘Black Mirror’ u ‘Orphan Black’.

Asier Solana