Hace unos días perdí una cartera con más valor simbólico que económico. Contenía una pluma y un bolígrafo que me regalaron hace unos años, el bono bus y un par de memorias USB, —en una de ellas guardaba las fotos del viaje de hace un par de años a Palestina que tanto me marcó—.
Cuando ya la daba por perdida Inés escribió a mi trabajo para decir que la había encontrado y que podía entregármela cuando me viniera bien. Yo no conocía a Inés ni ella a mí, pero al encontrar la cartera pensó que quien la hubiera perdido estaría triste y decidió devolverla. Buscó información en los USB y disculpándose por su curiosidad, me la entregó una mañana de fiesta. 
Podía haberla dejado allí mismo, en la calle, o haberla entregado en objetos perdidos, pero Inés y su hija pensaron en la otra persona, se pusieron en mi lugar y decidieron buscarme. Y me encontraron.
Hoy mismo, cuando se publica esta columna, mis padres hacen 46 años de casados. La semana pasada, tras llegar de un viaje de 600 kilómetros bastante cansados, decidieron continuar hasta casa hora y media más para acompañar a tres de mis hermanas pequeñas —todas  mayores de edad— a las había atacado un catarro bastante virulento. Podían haber hecho una escala y continuar al día siguiente más descansados. Pero decidieron seguir viajando e ir a dar “mimitos” a las que para ellas son aun las pequeñas de la casa. 
Esta semana se celebra el Día Internacional de Lucha contra la Pobreza. En muchas ciudades por todo el mundo habrá conferencias, concentraciones, vigilias de oración y manifestaciones. Grupos de personas voluntarias, activistas convencidas de la necesidad de luchar #ContraLaDesigualdadObscena se movilizarán para concienciar a sus conciudadanos y a quienes deciden las políticas públicas de que no podemos seguir viviendo así, provocando cada vez más pobreza y desigualdad aquí y más allá. 
Inés, mis padres, quienes se movilizan son gente haciendo cosas, cosas buenas por los demás. Ya sé que en estos tiempos interesa más destacar lo malo que hace la gente: unos que pegan, otros que pegan más aun, unos que robaron, otros que robaron más aun, etc.
Pero hay algunas, muchas personas que hacen cosas por otros; que empatizan; que piensan en el valor de las cosas para otras personas; o que se quieren por años que parecen interminables y cuidan de las personas a su cargo, aunque suponga incomodidad o mayor cansancio; gente que dedica parte de su vida a construir un mundo más justo, fraterno y solidario.
Son gente buena haciendo cosas por otros. ¡Viva esa gente!

Olivia Pérez