Amar aunque duela, o mejor, amar hasta que duela. Amar hasta que el otro me duela, porque me duele su dolor, su indigencia, su debilidad, su vulnerabilidad. Es así como amo el “loco de Nazaret”, Él, que fue, es y será la caricia de Dios hecha hombre.
Amar con un amor comprometido y solidario, un amor social y político, un amor transformador y revolucionario. Amar con un amor centrífugo y contagioso, un amor utópico y soñador. Amar con un amor fuerte desde su debilidad y su ternura, un amor con vocación de eternidad, que cura las heridas y eleva. Amar con un amor que es más poderoso que la muerte, que vence todas las muertes y siembra vida.
Amar con un amor gratuito, esperanzado, agradecido, un amor que desafía todas las leyes de la probabilidad y vence toda inercia.
Amar como apuesta que lo arriesga todo, como paradoja, como locura. Un amor libre y comprometido.
Sólo el grano de trigo que cae en tierra puede dar fruto. Sólo quién se desvive gana la vida verdadera. Sólo quien está dispuesto a perderlo todo, lo gana todo.

Fr. Ricardo Aguadé, O.P.