Como nos pasa casi siempre a los seres humanos, no seremos conscientes del todo de la importancia de Francisco hasta que no nos falte. Hasta sus expresiones más sencillas e improvisadas están suponiendo un cambio radical en la percepción que todos, creyentes o no, tienen de nuestra Iglesia.
Hasta aquí, nada que no se haya dicho.
Esta vez quería hablar de aquellas declaraciones suyas en el avión al regreso de la jornada Mundial de la Juventud de Brasil en 2013 (ay, ese avión! No me cuesta nada ponerme en la piel de ese jefe de prensa del Vaticano la primera vez que Francisco le dice: avisa a los periodistas que iré a hablar con ellos de lo que quieran… terror y pavor, sus manos sudan, el miedo que invade su corazón.. ). Y al ser cuestionado por las personas homosexuales, Francisco no improvisa del todo, porque seguro que lo preveía y responde con el corazón, pero sobre todo, con el Evangelio en la mano: “quien soy yo para juzgarle”.
Poco más que añadir pero sí mucho por hacer. En la Iglesia y fuera de ella. Asumir la diversidad en la sociedad es un deber cívico; en la Iglesia, un mandato evangélico. Nuestro Dios es Trino y por ello diverso y nos invita a ser comunión.

Olivia Pérez