Las noticias del día repetirán hoy que comienzan las conversaciones del Brexit, las reuniones entre la Unión Europea y el Reino Unido para negociar las condiciones de la salida británica del espacio común económico y legal europeo.

Hay multitud de flecos a negociar de esa salida: responsabilidades económicas del Reino Unido, la situación en la que quedan los ciudadanos en cuanto a la libre circulación y la residencia de los europeos en territorio británico y de los británicos en la Unión, temas empresariales y financieros… y un largo etcétera que incluye Escocia, Irlanda del Norte o Gibraltar.

Pero más allá de cómo se desarrolle todo el proceso y de a dónde llegue todo ésto, deja algo de sensación de fracaso todo el Brexit. Fracaso del proyecto de la Unión Europea, fracaso de los partidos políticos que no han logrado hacer valer una comprensión europea en las Islas Británicas, fracaso de cierta comprensión de la ciudadanía considerado que lo mejor para el momento actual es volver a la autonomía…

En el fondo fracaso porque, así me parece a mí, en el proyecto de la Unión Europea se ha venido contemplando tan sólo la vertiente económica y empresarial de esta realidad geográfica, histórica y cultural llamada Europa. Incluso más. Fracaso porque la Unión Europea supone una deformación del rostro de la verdadera Europa, al mirar sólo su cartera y su bolsillo. Y como en cualquier relación humana, las que se cifran exclusivamente en el interés material y económico, están avocadas al fracaso.

El ser humano es más que mera economía, más que un factor de producción o de consumo, y las sociedades son más que meras relaciones económicas. Por eso está fracasando la Unión Europea y por éso cada vez más se repliegan las sociedades en torno a identidades culturales propias.

¿Tiene futuro la Unión Europea? Desde mi comprensión, solamente en la medida en la que las políticas europeas se abran a realidades mayores que las meramente económicas, que traten de hacernos caer en la cuenta que como europeos compartimos más, mucho más, que una moneda única, y que respeten y potencien las identidades propias que construyen entre todas ellas la verdadera identidad europea.

Fr. Vicente Niño Orti O.P.