Tras diecisiete horas de palabras en el Congreso de los Diputados. Tras decenas de discursos, réplicas, contrarréplicas y contracontrarréplicas y… Tras una votación en la que se decidía (ya lo estaba de antemano) si seguíamos con el mismo presidente o venía uno nuevo. Tras dos días en los que han ardido las redes sociales. Tras alguna semana previa de propaganda rimbombante. Después de todo eso, en el imaginario popular de nuestro país han quedado para siempre grabadas las siguientes palabras: Cuanto peor, mejor para todos y cuanto peor para todos, mejor; mejor para mí, el suyo, beneficio político.

Lo más reseñable que hemos sacado de día y medio de debate en el lugar donde trabajan quienes ejercen el poder democrático de todo un estado ha sido… un lapsus (más) del presidente.

No tengo muy claro si este humor entroniza la mediocridad, es la última trinchera contra el absurdo, o las dos.

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