Lo estamos viendo estos días, aunque es la misma canción de siempre. Debajo de la realidad en la que nos movemos se esconde algo más. Todo parece ir bien, nos encontramos cómodos, nuestras sociedades funcionan estupendamente, hay una tranquilidad y un bienestar apacible… Pero no. No es verdad. De pronto a todo lo escondido le da por salir, y nos desmonta el chiringuito. Son quienes se lanzan a los mares y llaman a nuestras fronteras o se ahogan en nuestras orillas. Uno de tantos gritos de alarma de que todo no va tan bien como nos decimos cuando nos queremos engañar.
Hay que contar con lo escondido. Con los escondidos que un día se hacen visibles. Pero también con esa otra parte de mi vida, de mi intimidad, que un día salta y me desajusta por completo… Sencillamente, también forma parte de mi realidad. O quizás sea mi realidad más verdadera y menos disfrazada.
Lo escondido, los escondidos, siempre vienen a preguntarnos cosas, a revolvernos las tripas y la indignación, a cuestionarnos en lo más profundo, a hacernos entrar en crisis. Y no sólo eso, que puede quedarse en tormenta de verano. Vienen para que tomemos decisiones fundamentales, para que nuestra vida se implique y se complique en serio por algo y por alguien. Para que la pongamos en juego… Escuchemos lo escondido, y que ya nada sea igual que antes.