El pasado año ha sido un año de vacíos. Sentimos en los primeros días de pandemia un vacío de conocimiento, de poder controlar aquello que estaba pasando. Una incertidumbre que producía un vacío en la capacidad que teníamos de acción.
Mucho más visual fueron ver las calles vacías. Pasar de no ser conscientes de la cantidad de gente que nos podíamos cruzar por la calle, a sentir el silencio y la soledad de la ciudad.
Más angustioso tuvo que ser el vacío de los sanitarios, que veían y ven como muchos de sus pacientes ya no estaban en su camilla.
Numerosas personas que ya no se encuentran entre nosotros y que para muchas familias han producido un gran vacío físico e interior.
A pesar de sentir vacíos temporales, la vida continua. Podemos seguir con esa sensación al no tener toda la información respecto al virus y su inicio. Al tener numerosos mensajes de esperanza pero vacíos de contenido. Incluso vacíos respecto al reparto de las vacunas. Y como consecuencia de todo esto, las cuentas vacías de miles de personas que sufren por ellas y por sus familias. Y el vacío en el futuro laboral de tantos jóvenes y adultos.
Pero esta semana de Pascua nos enseña que en el vacío podemos encontrar la salida. Los discípulos también sintieron el vacío cuando Jesús murió. Al principio lo vivieron como si fuera un abandono y tuvieron miedo. Pero el momento de la resurrección transformó el vacío en alegría y fe. Solo cuando sus amigos se acercaron al vacío del sepulcro, se pusieron en camino y lo reconocieron.
En todos nuestros vacíos actuales debemos tener esperanza y saber ver con la mirada de la fe. Es hora de buscar el encuentro con Dios y reconocerlo en el día a día. Si una persona ha dejado un gran vacío en este tiempo, valora lo que te dejó en vida, lo que aprendiste y agradéceselo. Las calles vacías nos abrieron a descubrir la naturaleza y sentir que es ella la que nos llena de vida. Disfruta de sus colores, olores y sensaciones. La ausencia de contacto nos mostró lo importante que son las personas que están a nuestro lado (aunque no sea físicamente), aprovecha los encuentros. Nos ha demostrado que no tenemos el control absoluto por tanto, escuchemosLe y dejémonos llevar. Crezcamos y desarrollemos aquellos dones que nos ha dado.Por muy incierto que sea el futuro siempre estamos acompañados y tenemos el milagro vivo de la resurrección, por lo que tenemos que disfrutar y confiar en Él.
Belén Rodríguez Román