Me interesa vivir. Y morir no es más que una parte del vivir. Por eso, lo que importa es ser coherente, auténtico. No tratar de huir de nosotros, ni pretender controlar aquello que no podemos.
Nadie nos preguntó si queríamos venir a la existencia, y sin embargo, cada día que permanecemos en ella afirmamos nuestra voluntad de permanecer vivos, con nuestras alegrías y nuestras penas, gozos y esperanzas, angustias y dolores. Nos dicen que si no es amor no duele, pero nada me ha dolido en esta vida como el amor más puro y auténtico. Y no me arrepiento de amar.
Ser, no el no ser, nos permite narrar un nuevo camino en el libro de la vida de todos los que nos precedieron y nos sucederán, dejando nuestra huella con tinta indeleble para la eternidad que esperamos. Huir de la vida es huir de quienes somos, del amor. Querer controlar lo incontrolable es jugar a ser Dios y quedarse en diosecillo de tosca madera.
Cercenar el tiempo que se nos ha dado renunciando a la debilidad. Arrancar de cuajo la posibilidad de sentirnos débiles, de dejarnos ser dependientes. Aceptar que cuando ya no seamos un engranaje más en la máquina productiva nos convirtamos en gravosa carga que es mejor tirar y quemar hasta las cenizas.
¿Y qué hay de la libertad? Profanan su nombre al hacernos creer que no estamos condicionados, que lo decidiremos por nosotros mismos cuando llegue el momento. Ya sabemos todos cuándo se dará: una enfermedad sin cura, complicada, con mucho gasto. Como si cuidar no mereciera la pena.
Que nos hayamos dejado atrapar en unos eslóganes simplistas y falsos habla mal de la sociedad. De los 200 que ayer aplaudieron a la muerte como fieles soldados de sus amos, esperable. De quienes deben velar para que haya transparencia pública, mejor no hablar, cada día son más propagandistas, como en toda sociedad que desprecia no ya la verdad, sino la posibilidad de que esta exista.
Hoy, esta llama es más llama que nunca, porque ardo de impotencia y de rabia por ver cómo en el año en el que en nuestro país han perdido la vida 70.000 personas de más, queremos seguir afilándole la guadaña a la misma que un día nos visitará a todos.
Asier Solana Bermejo