No sé quién ha ganado las elecciones de Estados Unidos, porque esto lo he escrito antes de saber en el resultado, y quizá el viernes no lo sepamos. Así que no me atrevo a decir de quién creo que estamos hablando como el presidente de la nación más poderosa del mundo en los próximos cuatro años, con permiso de China.
Hablar de Estados Unidos me sirve para hacer un ejercicio que, quizá, sea más fácil si miramos de lejos, donde el bosque se puede apreciar entero. Me refiero a la perplejidad que muchos podemos mostrar por el hecho de que una persona se decida por un candidato. El que nosotros no elegiríamos de ninguna de las maneras. ¿Es que hay tantos millones de idiotas que votan ‘al otro’?
Estamos saturados de análisis de brocha gorda de la realidad, que se puede reducir a “si votas a tal eres un ‘equis’”. ¿De verdad somos tan más listos que los otros? ¿No vemos un fallo en ese razonamiento? Entonces, solemos pasar al siguiente análisis. Muchas veces, pasa por “el miedo” o “la manipulación”. Es una mejora, por lo menos tratamos de buscar una explicación plausible. ¿De verdad caben en ello?
La política es, ante todo, práctica y concreción. Ante unos problemas y una situación social, decidimos cómo afrontarlos como sociedad. La acción más evidente es el voto, una decisión a todas luces significativa. Compramos un pack de varios posibles, en el que nos identificamos en un tanto por ciento. Normalmente, decidimos según nuestras prioridades. A veces, votamos con gran entusiasmo. Otras, simplemente por aquello del mal menor.
Pero prefiero, antes de despreciar las opciones de otros, intentar entenderlos con sus porqués. No significa que tenga que estar de acuerdo pero, por lo menos, saber que la realidad es mucho más compleja que “nosotros y los otros”. Seguramente, uno de los problemas en los que sí hemos caído generalizadamente es con el de identificarnos con aquel a quien votamos, como si fuéramos de un partido u otro. Eso solo para quienes tengan el carnet de afiliado, e incluso de estos sería la primera responsabilidad de tener un pensamiento crítico.
Hasta ese cuñado que vota a ese partido tiene sus razones para hacerlo. Quizá, si tratamos de entenderlo, puede servirnos hasta para mejorar nosotros mismos.
Asier S.B.